lunes, 18 de marzo de 2013

Visita a un amigo muerto: Hassan Ahmar

     Los campos rebosaban un verdor sólo interrumpido por manchas de flores amarillas bajo los algarrobos. En contraste, los almendros aparecían desnudos, raquíticos, como cadáveres en medio del vergel. Ascendíua lentamente por el camino, con el sol calentándole le espalda. El día era claro, calmo, silencioso. Las sombras eran largas y la suya parecía huir de él. Alo lejos esperaba la casa de Juan, su amigo de toda la vida a quien no había visto en años, desde que se fuera a Mallorca en 73. ¡Ocho años! Cómo pasa el tiempo, pensó,  y sin embargo aquí todo está igual. ¿Viviría aún allí? Entre pensamientos, recuerdos y hermosas panorámicas acabó por llegar a la casa.

    Como todos los sábados Jason estaba barriendo el salón, sacando alfombras al balcón para sacudirlas y quitando el polvo de los estantes. Era parte de sus quehaceres para colaborar en casa, labores que compartía con su hermana de ocho años u un año y medio menor que él. Mientras se afanaba permanecía atento a oir el rumor del coche de sus abuelos, que desde que muriera su padre hacia unos años se lo llevaban a él y a su hermana todos los fines de semana. El sábado por la mañana iba con el abuelo a comprar la prensa y su tebeo de “Azañas Bélicas” mientras su hermana y la abuela iban a la floristería. Después llevaban las flores al cementerio; el abuelo se quedaba leyendo en el coche. Del cementerio al restaurante, donde Jason trataba aplacar su angustia a base de hartones, claro que él no lo sabía entonces. Cuatro platos se llegaba a comer ante la alegría de su abuela, que estaba muy feliz de que su nieto tuviera tan buen apetito y la posibilidad de comer y nmo pasar falta de nada. Ella pensaba que así hacía un servicio a su pobre madre que a duras penas sacaba la familia adelante. Después iban a casa de los tios y las mujeres se pasaban la tarde jugando al parchís mientras el abuelo y nietos iban de excursiones por los montes o al cine, a las sesiones dobles. El sábado acababa en casa de los abuelos discutiendo con la hermana quién se quedabacon la litera de arriba. Siempre igual.

    Angela acabó de sacar una bandeja de botes de cristal esterilizados del horno. Los dejó sobre la mesa de la cocina y soltó las manoplas. Preparó el embudo y el cucharón para llenarlos de mermelada, pero antes de empezar a embotellar fue a ver si su hija estaba lista para cuando llegaran los suegros. Aún llevaba el pijama, la misma historia una y otra vez:
-Come on sweety, the güelus will arrive at any moment now.
-Ahora me cambio, un momento que estoy vistiendo a Barby.
-First take your pijamas of and get dressed and then you'll finish doing that
-No... Contestó la niña. Así discutían mientras Jason pasó por al lado camino de la cocina. Sentía ya el vacio en el estómago, el desayuno ya lo tenía en los pies. Abrió la nevera y escudriño sus entrañas, el depredador se sintió desconsolado al ver tanta estantería vacia. Ójala llegaran ya los abuelos con las cajas de comida, así se tragaría unas madalenas antes de salir. Golpearon a la puerta de la cocina. ¡Ya habían llegado! Pero qué raro, no había oido ni el motor del coche ni el abuelo había dado bocinazos. Abrió animoso, con las madalenas en mente...
   
    Le abrió un niño de unos diez años. ¡Joder!, pensó, como ha creciso, si era un bebé.
-Hola, ¿está tu padre?
Las madalenas desaparecieron de su mente sin dejar rastro, se le hizo un nudo en la garganta y sin siquiera devolver el saludo llamó a su madre -¡Momey!, ven, alguien viene a verte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario