viernes, 8 de marzo de 2013

La plaza - Antonio

Vista así, la plaza, con los bares cerrados, las mesas y las sillas apiladas, da la impresión de ser más grande. Los pocos ruidos de algunos niños jugando, y el paso anecdótico de turistas perdidos, o lugareños apresurados, se amplifican y llenan de eco este espacio, dónde la luz inunda las paredes blancas de la fachada de la iglesia y rebota sobre el suelo irregular y de múltiples desniveles. Parece un espacio desvalido, que nunca haya podido albergar tantas historias en sus rincones. Los árboles, en su mayoría jóvenes, finos, deshojados y podados hasta quedarse en percheros muy altos, ayudan a la impresión de desolación. El viento de la tarde es la única nota de ruptura de esta monotonía. Es la soledad del escenario que está preparado para el comienzo de la función.

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Nunca antes lo había contado, pero en la plaza hay 19 árboles, 20 macetas y 6 bancos, 2 de ellos individuales, 15 farolas, 3 bares, 3 papeleras, 1 boca de riego y 1 estatua de Abad i Lasierra, dónde los niños se sientan. Intenté contar las baldosas, pero me perdí en 130, cuando aún no había ni pasado de las primeros 3 metros, y me di cuenta de porqué prefiero los suelos de tierra.

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