viernes, 8 de marzo de 2013

Nota de suicidio - Guillermo

Para cuando se lea esta carta, habré muerto. La dejé con Rodolfo, el conserje, el único que entiende y sabe de mis derrotas. No pretende ser una carta de despedida, simplemente una crónica mustia y cruel de mi deriva.
Decidí encerrarme en el piso estos últimos días. Me he convertido en la persona que nunca imaginé, pero ya nada puedo hacer para remediarlo. Soy un despojo que se arrastra de la cama al sofá y viceversa. He decidido quitar todos los espejos, me asusta este rostro que ya no reconozco. Las cucarachas han tomado mi cocina y no pongo freno a esta invasión incontrolada. Mi loro llora por lechuga y no tengo siquiera fuerzas de bajar al mercado. Me molestan los gritos de los niños jugando en la acera, el claxon del autobús de miradas grises y cristales empañados, hasta la luz se ha convertido en mi peor enemigo. El buzón está lleno de correo que no contesto. Mi editor llama constantemente al teléfono, he decidido desconectarlo. Me siento durante horas a contemplar el péndulo de mi antiguo reloj, cómo si esperara un señal, un resquicio de salvación. Escucho las noticias, cierro los ojos, y me alimento con la mierda de este mundo. Soy el gérmen de la desidia, el capitán del buque de la miseria, un maestro en la escuela del fracaso. Soy un artesano en tumbas, un guerrillero sin misión, un hereje con pluma. Deambulo por los pasillos con la botella en la mano a esperar mi final.

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