Al llegar a casa Merche se dio cuenta de que se había dejado
las llaves dentro. Eran las seis de la
madrugada y la madre de Laura y la mía pensaban que pasaríamos la noche donde
Mer viendo alguna película. A Laura le habían pedido que la llamase a las doce
para avisar de que ya estábamos en casa. Entonces no había teléfonos móviles,
sino hubiera sido tan fácil como salir un momento del Vinilo, llamar y volver a
entrar. Pero Laura se las arregló para que su hermana pequeña, Ale, que también
dormía fuera, suplantase su voz. Todo el mundo las confundía por teléfono.
-
Dile a mamá solo “soy yo”, no digas soy
Laura ni nada, no trates de disimular.
Cuando nos vimos en la calle Laura de imnediato se puso a
trepar por las enredaderas. Era un primer piso y parecía fácil llegar al
balcón, pero de todos modos estaba alto y las hojas se arrancaban y quedaban
entre sus dedos. Mer comenzó a intentar abrir la cerradura con unas tarjetas.
-
¿Y quién te ha enseñado eso? - le
pregunté
-
En el instituto se aprenden muchas
cosas. Te tenías que haber cambiado con
nosotras, vas a seguir hecha una pija toda la vida. - decía mientras la
cerradura parecía ceder. Laura seguía tratando de trepar hacia el primer piso,
se estaba arañando las manos y clavándose astillas de la celosía.
-
Si, pija, pero mi casa no es la que
tiene piscina.. ¿Vamos a darnos un baño? - entonces la cerradura cedió y
abrimos la puerta. Entramos pero Laura seguía trepando. -¡Eh, Laura, bájate de
ahí que ya se puede entrar!
-
¡No! ¡Voy a conseguirlo! ¡Hoy es la
noche de las hazañas! !Es la noche en que Laura Herradón trepó hasta el primer
piso y logró rescatar a sus amigas de una larga y sombría noche sin techo!
-
Laura, menuda castaña llevas, bájate ya
y entra – le dijo Merche
-
¡¡No!! - gritó, de pronto - ¡Dejadme en
paz! - y se agarró con fuerza. Ya no subía ni bajaba, se quedó ahí quieta. La
celosía era endeble y crujía. - lo voy a conseguir, lo voy a conseguir –
susurraba, ahora entre lágrimas.
-
¿Qué es lo que vas a conseguir?- le
grité - ¿Sabes qué? Me tienes harta con tus números. Me voy a la piscina, si
quieres te vienes y si no, ahí te quedas. - y me di media vuelta mordiéndome el
labio de rabia.
Me di un baño en la piscina. Clareaba la luna en los
árboles. Nadé en silencio para no despertar a los vecinos, pero un golpe seco y
un llanto hizo esa labor por mi. Al poco llegó Merche con Laura cojeando,
lloraba y sonreía a la vez. Tenía una brecha en la cabeza y la pierna
sangrando. Acabamos la noche en urgencias.
-
¿Tú crees que me escayolarán?
-
¿Y yo qué coño sé, no podías haber
entrado por la puerta y ya está?
Le dijeron que estaba bien, y le dieron en la cabeza unos
puntos que no se veían. Para la pierna, betadine, y como llevaba pantalón de
campana, un poco a lo Janis Joplin, su herida de guerra quedó oculta. A la mañana siguiente volvió a casa. Su
hermana pequeña tras llamar haciéndose pasar por Laura, había salido con su
amiga a comprar tabaco. Salieron solo cinco minutos de casa, pero como estaban
a dos portales su padre las pilló y le cayó un castigo de cadena perpetua por
el resto del verano. Fue entonces cuando Ale empezó a fumar. De nuestra llegada
a las cuatro de la mañana, de abrir puertas con tarjetas, de nuestro alcohol y
nuestro tabaco, y de la caída y la brecha de Laura, nunca supieron nada. Me
dijo:
-
Mi madre ni siquiera se ha dado cuenta
de que no era yo, la del teléfono.
Y ese fue el verano en que Laura comenzó a salir con Nano,
un motorista que la llevaba a carreras ilegales. Volvía siempre a casa llena de
cardenales, pero en su casa nunca se daban cuenta. Hoy hemos estado en el
hospital. Con fracturas múltiples en la pierna izquierda y en el codo, y media
cara morada, la he visto sonreir como aquel verano. Sus padres al fin estaban
allí, desencajados, preguntándole en qué demonios andaba metida.
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