lunes, 18 de marzo de 2013

Café "El Periplo": Guillermo


Café en 'El Periplo' como cada mañana. Este sitio tenía algo enigmático; si existe un lugar para la nostalgia, nada como una estación de trenes. Un bar detenido en el tiempo, mi padre solía frecuentarlo; sus antiguas paredes todavía conservan fotografías con su grupo de la fábrica. Los más viejos del lugar todavía me cuentan historias olvidadas, otras se perdieron con la guerra. Acudíamos los parroquianos de siempre más algún turista que a diario venía al pueblo por negocios o visitas de familia. Dediqué años en conocer de la vida de todas las personas que pasaron por este sitio en más de 125 años de historia. Pasaba horas enteras completando con nombres y apellidos las fotografías de todos los grupos del café: los músicos, los artistas, los políticos, los soldados y los mártires. De este bar surgieron el primer sindicato laboral del país, un par de músicos célebres, el piloto de aviación más condecorado y muchos charlatanes por cierto.
Era un día como cualquier otro, el viejo Alfonso repasaba los vasos como si fuera la última vez, el gran Mou tocaba en su piano una pieza de Bo Diddley, Jimmy no cesaba con sus relatos bélicos, el resto jugában cartas o simplemente apostaban sobre el minuto que pasaría un nuevo tren. Me encontraba empeñado en investigar acerca de la vida de Tomás. Era un antiguo compañero de trabajo de mi padre. Frecuentaba a diario el bar. Siempre me intrigó este hombre. Era una persona sumamente reservada. Parco, serio y de mirada entrañable. Había perdido a su mujer y sus dos hijos en un accidente de coche. Hablaba poco, diria lo necesario, creo que sólo le pude escuchar en dos ocasiones. Hoy no acudió al Café. Nadie más le volvería a ver. Por un instante vi amarilla su foto junto a mi padre en los años de la fábrica. Pitaba un nuevo tren entrando a la estación. Salí del Café sin rumbo calles abajo. El suelo de la estación estaba cubierta de hojas. Caminé durante horas sobre la hojarasca.

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