martes, 19 de marzo de 2013

Navidades del 74 - Pau


La familia ha recibido hace poco, en mayo, una visita que viene ha quedarse. Rocio es un bebe de siete meses que acapara la atención de mamá. Ha nacido con un tumor en un ojo, bautizado entre nosotros como "el ojito pirri", por el que mi madre me pregunta a veces, a mí, que tengo siete años, "¿Te parece un monstruíto Rocio?" Yo, la verdad, no sé ni recuerdo qué contestaba. La miraba a elle y a su ojo deformado y notaba la preocupación de mi madre, pero no sabía que pensar al respecto, solo esperaba que no la devolvieran por eso.        
Eso sucedía en Ramiro Ledesma 273, en Valencia, donde vivíamos entonces y adonde habían llegado las navidades. Mi hermano Nacho y yo jugamos en el recibidor de la casa a astronautas. Yo tumbado en el suelo boca arriba con las piernas encogidas y él se sienta en mis pies y yo le catapulto, con tanto entusiasmo que sale despedido y se abre la cabeza. Sangre, carreras a urgencias, pequeña emergencia familiar. Yo cara de que no he hecho nada. ¡Que viva la navidad!           
Al día siguiente, mi hermano se va al futbol con su amigo Oliver; los lleva su padre a ver el Valencia-Stal Mielec. Para quien no sepa de futbol, el Stal Mielec es un equipo polaco del montón, de los que año tras año, sin pena ni gloria, pululan por las categorías menores del futbol europeo. Pero para mí, la sonoridad del nombre evoca resonancias que lo equiparan a la nobleza de equipos como Bayern Munich, Manchester United o Inter de Milán. Yo no me lo puedo perder. Yo voy. "No, tú no vas, no puedes ir." Berrinche, lloros, pataleta... Tan grande sería el disgusto, que mamá solo encontró la forma de calmarme adelantando el regalo principal de los reyes: un fuerte vaquero con su 7 de caballería y sus comanches. Mientras el Stal-Mielec intentaba esforzadamente, sin exito, escribir una línea honorable en el gran libro de la historia futbolística, yo comprobaba satisfecho que los comanches eran capaces de entrar en el fuerte y masacrar despiadadamente a todos sus defensores bajo la atenta mirada del "ojito pirri"

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