- ¿no? pues se lo
pondré más fácil: dijo el juez, mirándola a través de los critales de sus
gafas. ¿cuanta gente acudió a la cena?
- Déjeme pensar:
Antonio, Jason, Diana, Romani... me es más fácil si recuerdo las parejas
- ¿parejas de
entrevistas?
- Sí, señoría.
- Vaya juego
extraño... bien, sea breve
- Entonces, todos los
de grupo, y además vinieron Gustavo, Cristina, David, Anahí y ¿cómo se llamaba el amigo?
- Vamos, apremió el
juez
- Unos 14, señoría
- Y, ¿me podría
aclarar que ocurrió inmediatamente después de la reunión?
- Exactamente, no...
se oyó un suspiro ahogado en la sala. Un grupo nos marchamos a la piscina a
darnos un baño, mientras otros, supongo, preparaban la mesa y sacaban la
cena...los de la piscina echamos un partido de waterpolo, nada de este mundo....
El abogado de la
acusación saltó como un resorte interrumpiendo mi declaración. Señoría,
protesto. Todo esto es irrelevante... ¿la pregunta es cómo llegaron a hablar
sobre los trabajos más extraños que habían realizado...
Todas las personas
que llenaban la sala, rebotaron la mirada desde el joven abogado al juez, cual
punto decisivo de un torneo de tenis. Éste, sintiendo cientos de ojos fijos en
él, carraspeó y afirmó: se acepta la protesta y dirigiéndose al jurado, que
resultaron ser una serie de maniquís
desnudos colocados en el estrado, añadió: el jurado no tendrá en consideración
la frase: Nada de este mundo. Por supuesto, ni se inmutaron.
En ese momento se oyó
un ronquido a mi derecha: mi abogado se había dormido y se había puesto un
gorro de baño con volante. A la vez, a mi izquierda, el abogado de la acusación
había dado la espalda al juez y empezaba a servir el té a un grupo de hombres y
mujeres vestidos con toga y pelucas dieciochescas.
Pero oiga, señor
juez! me oí decir desde el púlpito al que estaba subida ¿quien va a determinar
la sentencia? ¡Esto no tiene sentido!
Entre los murmullos
crecientes que surgían de la sala, el juez estalló en furia: ¡Esto no se puede
consentir!¡QUE LE CORTEN LA CABEZA!
Entonces, un grupo de
naipes irrumpió por la puerta de atrás y se abalanzaron sobre mí...
-Rocio, ya hemos
llegado a casa.... me incorporé súbitamente frente a las escaleras blancas que
subían a la terraza de mi casa.. mmm vale... acerté a musitar saliendo del
coche a tientas... aún notaba el picante de la ensalada de lentejas de Pau.
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