sábado, 9 de marzo de 2013

Visión reunión - Rozio


Con la venia, señoría, la verdad, no sabría como responder a su pregunta
- ¿no? pues se lo pondré más fácil: dijo el juez, mirándola a través de los critales de sus gafas. ¿cuanta gente acudió a la cena?
- Déjeme pensar: Antonio, Jason, Diana, Romani... me es más fácil si recuerdo las parejas
- ¿parejas de entrevistas?
- Sí, señoría.
- Vaya juego extraño... bien, sea breve
- Entonces, todos los de grupo, y además vinieron Gustavo, Cristina, David, Anahí  y ¿cómo se llamaba el amigo?
- Vamos, apremió el juez
- Unos 14, señoría
- Y, ¿me podría aclarar que ocurrió inmediatamente después de la reunión?
- Exactamente, no... se oyó un suspiro ahogado en la sala. Un grupo nos marchamos a la piscina a darnos un baño, mientras otros, supongo, preparaban la mesa y sacaban la cena...los de la piscina echamos un partido de waterpolo, nada de este mundo....

El abogado de la acusación saltó como un resorte interrumpiendo mi declaración. Señoría, protesto. Todo esto es irrelevante... ¿la pregunta es cómo llegaron a hablar sobre los trabajos más extraños que habían realizado...

Todas las personas que llenaban la sala, rebotaron la mirada desde el joven abogado al juez, cual punto decisivo de un torneo de tenis. Éste, sintiendo cientos de ojos fijos en él, carraspeó y afirmó: se acepta la protesta y dirigiéndose al jurado, que resultaron ser  una serie de maniquís desnudos colocados en el estrado, añadió: el jurado no tendrá en consideración la frase: Nada de este mundo. Por supuesto, ni se inmutaron.

En ese momento se oyó un ronquido a mi derecha: mi abogado se había dormido y se había puesto un gorro de baño con volante. A la vez, a mi izquierda, el abogado de la acusación había dado la espalda al juez y empezaba a servir el té a un grupo de hombres y mujeres vestidos con toga y pelucas dieciochescas.

Pero oiga, señor juez! me oí decir desde el púlpito al que estaba subida ¿quien va a determinar la sentencia? ¡Esto no tiene sentido!

Entre los murmullos crecientes que surgían de la sala, el juez estalló en furia: ¡Esto no se puede consentir!¡QUE LE CORTEN LA CABEZA!

Entonces, un grupo de naipes irrumpió por la puerta de atrás y se abalanzaron sobre mí...

-Rocio, ya hemos llegado a casa.... me incorporé súbitamente frente a las escaleras blancas que subían a la terraza de mi casa.. mmm vale... acerté a musitar saliendo del coche a tientas... aún notaba el picante de la ensalada de lentejas de Pau.

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