lunes, 18 de marzo de 2013

Penumbras: Hassam Ahmar

Las penumbras habían devorado ya el salón. En el cielo la agonizante luz del sol dormido  encendía el ventanal con un tenue tono gris azulado. Ese cristal, transparente, casi invisible por el día, ahora aparecía como una pantalla de denso plasma azulado. Yo seguía allí, de pie, pasmado. Desde que mi mano salvara al pájaro cautivo, desde que me hiciera la terrible pregunta sobre qué mano nos salvaría a nosotros los humanos no me había movido. El abismo azul se abría ante mi, insondable. Empecé a llorar, luego lloré desconsoladamente. Grité, luego grite desgarrando la noche. Nada, me envolvía la nada, disolviéndolo todo, engulléndolo todo. Afortunadamente llegó la oscuridad, llego a tiempo, antes de que me extraviara irremisiblemente en los renglones de la demencia. Pocos humanos enfrentan la luz con éxito, y sólo la mano de la oscuridad y la ignorancia parece protegernos del cruel sinsentido.

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