Fue una estupidez.
La tentación de unas migajas vencieron mi frágil prudencia y sensatez y así, mi
destino entró en un episodio crítico tan cercano a la catástrofe.
Estaban ricas las
migas de pan desperdigadas por el suelo del gran nido humano. Pero ante la
imprevista aparición del gigante me asusté y me desorienté. Todo se volvió
confuso y se convirtió en una pesadilla
de paredes rectas y espacios cerrados.
Con toda la
velocidad de mis alas y de mi miedo, volé hacia la luz, hacia la libertad. El
golpe fue tremendo, un encantamiento me impedía la huida. Caí al suelo
aturdido, pero volvía a intentarlo, nuevo golpe, nuevo fracaso. Para mi
desgracia vi con terror como se acercaba el gigante e intentaba agarrarme. No
conseguí escapar y caí en sus enormes garras. Sorprendentemente en vez de
aplastarme o devorarme me devolvió a la luz, al aire, al cielo. Mientras volaba
bajo los primeros pinos, el corazón quería salirse de mi rojo pecho. Asomado a
la puerta de su nido, siguiendo con la mirada mi huída frenética, un humano de
hace preguntas absurdas sobre la realidad y la luz.
Precioso Pau.
ResponderEliminarEl hambre nos lleva a cometer imprudencias.
Cris