martes, 19 de marzo de 2013

Derrego - Hassan Ahmar

Pacía el unicornio a mi lado, guardián de mis sueños. Entre abruptas cortadas se escondía nuestro apacible y frondoso jardín del Edén, refugio último en un mundo desquiciado y destructivo. Las sendas a este paraíso eran elusivas y nada obvias. Yo misma, único humano que las había recorrido, me perdía muchas más veces que encontraba el camino. Pareciera que el lugar guardara un secreto que sólo desvelaba  a su albedrío y yo había sido la elegida, la afortunada, tocada por la mano divina, un ángel caído al que caprichosamente se le permitía 'volver' a casa de vez en cuando. A mi lado pacía el unicornio, rumiando, lo oía en mis sueños.
¡Garras heladas!¡Oscuridad!¡Chirridos insoportables!¡Gritos infernales!¡Caída!
-¡Corre, corre, huye! ¡Sálvate!- gritaba desesperadamente a mi compañero guardían.
¡Trompetas del apocalipsi!
-¡Corre por tu vida!
¡Tambores de caza!¡Tiros!¡Galope!¡Por fin!, desplegaba las alas y se elevaba por encima de las cortadas, con su cuerno resplandeciendo al sol. Los cazadores de cornamentas no habían podido hacerse con su codiciada presa; yo respiraba aliviada, al menos uno se había salvado del infierno. Me habían herido en el brazo, pero me recuperaría.

    Del diario de Irya Nikolaeva, paciente del siquiátrico de Yör, Hungría.

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