lunes, 18 de marzo de 2013

Fábula: Hassan Ahmar

Las gallinas estaban armando un gran alborozo. El granjero corrió hacia el cercado. Llegó a tiempo de ver al coyote escurrirse por debajo de la valla con una gallina en la boca. Gritó maldiciendo al ladrón asesino y prometiendole que un día lo atraparía. Rellenó de piedras el agujero y revisó el perímetro del cercado. Se preguntaba cómo hacía ese coyote para cavar esa tierra tan dura. Eran preguntas retóricas, formuladas automaticamente, porque no les prestaba más atención. Si se hubiera detenido a pensar y observar mejor hubiera visto que las gallinas cavaban agujeros bajo la valla metálica buscando lombrices y granos de cereal. El cercado en su flanco sur era recorrido por el campo de trigo, y el coyote siempre entraba por allí, y sólo en verano. Cuando el trigo estaba seco  el coyote se paseaba a lo largo de la valla y lo aplastaba contra la tela metálica, haciendo caer el grano dentro del cercado. Las gallinas luego hacían el resto, cavaban para él. De este modo cada año lograba adornar su dieta carroñera y a base de ratones con alguna  que otra gallina. Precisamente esa suerte le traía por aquellos lares, y no la perspectiva de encontrarse con ese granjero malencarado. Si no fuera por esas jugosas gallinas le iban a dar morcillas al granjero y a sus ratones, que no eran mejores que los del bosque.
    El granjero un año decidió tirar la casa por la ventana para salvaguardar sus gallinas y cavó una trinchera bajo la valla. Después la rellenó de hormigón que él mismo hizo a mano. Después de gastar mucho dinero y de lesionarse irremisiblemente la espalda a causa de tan arduo trabajo, no pudo seguir cuidando de la granja. Dejó de sembrar trigo, tuvo que hacer matar las gallinas antes de que murieran de hambre porque ya no tenía grano para alimentarlas. El coyote dejó de pasarse por allí y las ratas y ratones que ya no encontraban cultivos para comer invadieron la granja, llevando enfermedad y muerte al desdichado avaro. Acabó en el hoyo por una gallina. El coyote no podía creerlo, cómo un ser con un cerebro tan grande como el granjero podía ser tan estúpido. Al cabo de unos años el coyote y su familia ocuparon la granja abandonada.

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