Estábamos subiendo
por la calle Misión esquivando muchas personas que cómo nosotros caminaban
rápido para combatir el frío de un sábado noche de febrero. Un ir y venir de
voces hablando en español con acentos
muy distintos al mío, México, Puerto Rico, El Salvador… Lapo me llevaba a la
concurrida cantina de la que tanto me había hablado, para comer algo antes de
ir al concierto. Me di cuenta de que iba sonriendo mientras absorbía el
bullicio del barrio, me sentía tan contenta de estar de vacaciones y
encontrarme en este ambiente que me resultaba tan exótico . Todo me parecía
formar parte de una postal en mi recuerdo. Justo al llegar al cruce con la
calle 23rd había una sucursal de banco y Lapo me pidió que lo esperara un
momento mientras sacaba dinero. Mientras esperaba mi mirada se quedó absorbida
mirando el tráfico que pasaba por la calle y con ese sonido tan particular de
los cables que rozan veo cómo se para un autobús eléctrico al otro lado de la
calle. En su interior está lleno de personas, unas sentadas y otras de pie,
otras se preparan para bajar y otros están subiendo. Esta imagen captura mi
atención como el escenario iluminado en un teatro desde mi asiento oscuro.
Siento una cierta angustia o un nudo en la garganta. Soy una de esas personas
que vuelve del trabajo entre fuertes olores a personas ajenas, esa luz
fluorescente y deprimente del interior del autobús. Estoy volviendo al piso
después de un jornal de 9 horas en la pizzeria cobrando 4.60$ la hora con un
permiso de trabajo falso, llevo tres semanas trabajando y aun no me han pagado.
Me siguen dando largas, pero no tengo otra opción. Estoy preocupada y no sé qué
voy a hacer. Esta ciudad apenas la conozco y mi situación es clandestina. El
piso al que vuelvo para dormir es la cama de Santiago que me la presta mientras
él trabaja en turno de noche. Me tengo que esperar media hora en una cafetería
cuando llegue a la 24th mientras espero que se hagan las 23h y él me dé la
llave. Siento angustia al no tener un lugar dónde descansar la vista en todo el
día, estoy cansada, no tengo tranquilidad ni dentro de mí. Pero algo tiene que
pasar, tengo que sobrevivir esto cómo sea…es un bache….
….Lapo me dió un
toque en el hombro y con una sonrisa me dije que nos fuéramos rápido, que ya tenía el dinero. Estaba confusa en ese momento, ya no llevaba esa
sonrisa permanente de turista, mi estómago ya no tenía hambre y mi cabeza tardó
unos instantes en recoger todas esas sensaciones que mi cuerpo había vivido.
Tomé un trago de aire fresco y volví a sonreír. Ya pasó todo eso. Ahora estaba
de vacaciones, tenía una buena cama donde dormir, dinero que gastar y era ese
mismo escenario el que me servía hoy para disfrutar. Un mismo lugar y tantas
emociones distintas que conviven, quizás tantas cómo personas.
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