miércoles, 23 de enero de 2013

Cambios - Marcela


Me bautizaron como Segismundo Gómez en la pequeña iglesia de un pueblo de Cáceres, donde crecí modestamente, jugando y ayudando en la finca que arrendaban mis padres a un señorito de Extremadura.
El primer cambio drástico lo viví siendo un chaval de apenas 14 años, cuando mis padres ganaron la lotería de Navidad. Hasta entonces mi vida había sido la de un chico de campo, retraído, que pasa más tiempo en el monte cazando pajarillos y cuidando a las cabras, que jugando con otros chicos de la zona.

Me enviaron a Madrid, a casa de un tío viudo, que con el dinero que le enviaban mis padres para mis cuidados y estudios, le llegaba para enseñarme la vida nocturna de la capital. Aprendí mucho en la escuela y mucho más con mi tío Benito. Cuando llegó el momento, decidí estudiar derecho y no me fue nada mal.

El dinero de la lotería se había acabado y como le había pillado el gustillo a la buena vida, me esforcé por convertirme en un abogado de renombre y lo conseguí gracias a los buenos contactos que hice durante las noches madrileñas. Me propusieron trabajar para el ayuntamiento de Marbella y así entré a formar parte de la élite más corrupta de España y Europa.

Fiestas, mujeres y drogas acompañaban mis noches de dispendio y locura.
Menudo cambio desde mi primera novia, la cabra Margarita, a las modelos internacionales más despampanantes.
Tuve que ensuciarme las manos todavía más con las sospechosas desapariciones de alguna de las acompañantes de mi amigo y cliente Mijailovitch.

Las circunstancias me obligaron a salir del país, cambiar de nombre y oficio. Y aquí estoy, en el desierto de Atacama, donde nunca nadie me encontrará porque esto es el culo del mundo. Soy Edmundo Dell’Orto, vivo solo, como cuando niño, y en vez de cabras, ahora cuido llamas; y por supuesto tengo mi favorita, porque hay cosas que afortunadamente no cambian.

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