El cambio mientras ocurre, no
lo reconozco. El cambio solo lo reconozco cuando es comparable un estado con
otro. Y mientras me paro a reconocer y valorar ese cambio, el cambio sigue en
produciéndose. El cambio es movimiento que cuanto más lento y sutil es, más
cuesta darme cuenta de que se mueve. Entre instantes de lucidez no más largos
que un pestañeo, se abre un instante de visión real, el presente. Este estado,
es el único en que el cambio no es relevante y a la vez hay consciencia de
ello. Las dos caras de la moneda que en su conjunto desafían la comprensión
racional de la mente intelectual. El cambio es un tic tac de un reloj que jamás se detiene, por muchos
esfuerzos que a veces hacemos y trucos que nos gastamos el cambio es continuo.
Un movimiento sutil y constante, esa es la esencia de la vida orgánica de la
cual nosotros formamos parte y que a veces olvidamos por habitar más en las
altitudes vertiginosas de la mente sin echar raíces vinculantes a la tierra de
la que formamos parte.
Esto es algo que quiero
recordar, no siempre me acuerdo de que formo parte de este constante
movimiento, que el l estancamiento o el apalancamiento son una ilusión. No es
natural, es el estado de no estar presente, en el cuerpo al que pertenezco, es
cuando esa alma que dicen que tenemos( o lo que sea!) se me ha dormido al
cálido sol de otoño en una cómoda postura, del que acabo saliendo tiesa y
lesionada.
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