domingo, 22 de junio de 2014

milagro diario - Antonio

“Piensa que el sol nos vuelve a confirmar todos los días y lo menor no es más pequeño que lo grande: sólo requiere tu atención. Es preciso atender al milagro diario.
Luis Rosales: El naufrago metódico.”



-¿Rafa? Nunca te he preguntado quién coño ha escrito esa frase en el calendario ese del 2005, que tu padre no quita de debajo de la tele.
-¿Eso? Un parroquiano raro. Ya no anda por aquí. Venía algún día entre semana, a las tantas y se quedaba charlando con mi padre. Un buen tío, pero raro de cojones. Yo no le entendía la mitad de lo que decía. Pero mi padre y él se llevaban de puta madre.
-¿Y se fue así, sin más?
- Ni idea. Mi padre lo sabe, quizá, nunca me lo ha contado. Pero bueno, ya sabes que mi padre es de pocas palabras. Sólo sé que nunca lo ha querido quitar.
El calendario, anclado en el mes de mayo de 2005 tenía bajo la foto de una extraña orquídea la cita escrita a mano, con la última frase subrayada. No se me ocurría, ni recordaba, ningún evento crucial en la historia de nuestra familia que coincidiese con la fecha.
No había visto a mi tío desde el día de la final de Roland Garros, un mes atrás. Ambos nos habíamos evitado hábilmente. No puedo explicar porqué, pero la frase y el calendario me llevaron a reflexionar sobre nuestra conversación aquel día y pensé que era momento de cerrarla de buena manera. Sabía que él cerraba todas las noches, así que esperé a última hora para hablar con él.
El bar estaba ya vacío, y Rafael estaba acabando de limpiar la cafetera. Al verme entrar me miró de media sonrisa y espetó:
-Coño sobrino. Un mes para reflexionar no está mal.
-Tío, ¿cómo te va?
-Bien, rutina, como siempre. ¿Y tú?
Nuestra conversación no llevó más de unas frases. Con Rafael las cosas complicadas parecen siempre la mitad de difíciles. Al acabar, sin decir palabra, se fue a la cocinilla y saco su botella especial de orujo, una que sólo tenía para grandes acontecimientos. Puso dos chupitos y brindamos. Después marcó el día en un calendario que tenía al lado de la caja.
-¿Sabes sobrino?, la última vez que saqué la botella fue en el 2005. Allí está marcado, debajo de la tele. Al cabrón del “poeta” le tocaron un millón y pico en la primitiva, y vino a despedirse. El decía que había un milagro diario. No sé, debo ser un descreído, pero hasta hoy yo no había vivido otro.

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