domingo, 22 de junio de 2014

Domingo - Pau

     Mañana
     El domingo es un niño con los zapatos limpios y bien peinado.Hay un casi silencio en las calles por las que circula mucho tráfico de barras de pan recién hechas y periódicos dominicales.
     En todas las cocinas, tras el mejor desayuno de la semana, se aprestan las ollas y sartenes para comenzar guisos lentos y suculentos.
     La mañana cumple todas las promesas que la noche exaltada formuló y la vida discurre despacio, limpia y sensata.
     No hay momento mejor para lecturas junto a chimeneas invernales o en terraza primaveral.
     Las casas se aroman con paellas, canelones o carnes al horno y las visitas a la cocina se van haciendo cada vez más frecuentes.
     Alrededor de la mesa, conforme se sacian los apetitos, es cuando alcanza el domingo su plenitud, la cima de su prestigio.
     Tarde
     Es justo tras la sobremesa cuando el domingo empieza a fracasar.
     Hay una casi inevitable tregua en forma de siesta.
     Luego, todo comienza a adquirir un insidioso color rojizo, casi granate, marrón finalmente.
     Hay una música que insiste en impregnarnos de su languidez untuosa.
     Ha llegado la hora insoslayable del sofá, nunca bien alabado, y la buena película o lectura mientras la luz de la tarde se deshace tras las ventanas.
     Con la noche muere el domingo, esa extraña aleación de gloria de sábado y miseria de lunes.

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