domingo, 22 de junio de 2014

Domingo - Guillermo


Domingo



Algunos domingos eran dulces
como el sabor de las moras
negras del Prado.
Los cascos de los caballos
resonaban bajos las calles adoquinadas.
Un afilador descubría la verdad de los cuchillos.
El cura esperaba a los feligreses,
los niños jugaban al fútbol, cuatro ancianos
se debatían al azar
bajo la sombra de un sauce;
Por la tarde, mientras la ciudad dormía,
acudíamos al cine Ambassador.
Una de animación, una de vaqueros,
Muchas horas soñando.
Regresábamos a casa
con la brisa del atardecer.
Los gatos se perdían entre los tejados.
Y asomaba la dócil luna.
Eran dulces nuestros domingos.

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