miércoles, 4 de enero de 2012

Tobias Coll 3 - Antonio


Hacía aproximadamente seis años que no sabía nada de Tobías Coll cuando me llamaron una mañana de agosto desde la embajada de España en Brasil. Preguntaban por Ernesto, al parecer el único familiar directo vivo de Tobías. No sabían que Ernesto había muerto once meses atrás de un paro cardíaco mientras prácticaba paddle. Les tuve que poner al corriente y explicarles que mis dos hijas gemelas eran hijas de Tobías, aunque desde hacía ya muchos años era Ernesto quien había asumido su custodia legal. Diez minutos de absurdos prolegómenos nos llevaron a la naturaleza de la llamada. El tono del funcionario del otro lado del teléfono y la investigación sobre la familia viva de Tobías, hacían presagiar una mala noticia. Tobías había desaparecido, junto a ciento veintidos pasajeros y ocho tripulantes más en una de las vertientes del rio Amazonas entre Manaos y Santa Rosa. Una travesía de cinco días en la que convivían todas esas personas, sus respectivas hamacas, y numerosos animales transportados en las bodegas para ser vendidos y sacrificados en el punto de destino. El barco había ardido y se había hundido en extrañas circunstancias en la madrugada del segundo al tercer día de viaje. De momento decían haber rescatado doce cuerpos. Las primeras patrulleras militares no habían llegado al lugar hasta primeras horas de la mañana, alertados por algunas poblaciones cercanas, testigo del espectáculo de luz que suponen las llamas en un lugar como la selva del Amazonas.
Afortunadamente el barco estaba en una de las zonas anchas del rio y las llamas no habían llegado a la orilla. Eso habría dificultado igualmente el que los supervivientes se hubiesen podido salvar. Ella sabía perfectamente que la mayoría de las personas que viajan en esos barcos no saben nadar, que sólo se bañan allá dónde dan pie. Sabía también que lo que no hubiesen exterminado las llamas, el pánico y la profundidad del cauce, lo habrían rematado las corrientes y la contaminación del agua. Imposible salir de esa situación. El funcionario le pedía paciencia y que estuviese preparada para lo peor.
            Amelia colgó aliviada. Conocía bien el recorrido, el barco y a Tobías. Juntos habían hecho dos veces ese trayecto. Juntos habían conseguido sobrevivir un mes en la jungla. Por separado habían conseguido hasta hoy sobrevivir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario