miércoles, 4 de enero de 2012

Belén García Calvo 1 - Rozío



El sonido de las maletas al caer en el suelo del piso hizo eco.
¡Que vacío!, pensó Belén entre agobiada y divertida… finalmente desechó pensamientos negativos y se quedó con la idea: eso es lo que pasa por no tener moqueta.

Había sido un fin de semana divertidísimo, pese a ser la boda de una de las pocas amigas solteras que quedaban. Hasta el momento, fuera quien fuera quien se casase, desde que vive en Inglaterra, s ha puesto triste en algún momento de la celebración… era una mezcla de dudas sobre ella misma y sus presentes, melancolía de todo lo perdido, sobretodo, del tiempo en que la inocencia creía que el momento del “si quiero” era el culmen del amor, punzadas de añoranza por su familia, que sentía muy lejos en estos momentos de encuentro…. Las bodas inglesas le caían al ánimo como su clima, además….¿porqué siempre tenía que llover?

Esta vez fue distinto, totalmente distinto…

Estaba agotada. Sólo quería conseguir la energía suficiente para desmaquillarse y yacer en el sofá.

Frente al espejo del baño, empezó a sonreír a su reflejo… esta soy yo, ¿quien lo iba a decir?, increíble… desde el primer momento, esa sonrisa y él me miraba todo el rato…vamos, vamos, no te emociones, que ya has pasado por esto, luego no llama y te quedas hecha polvo… ¿Qué hago si no ha llamado el miércoles? Basta!- se dijo a si misma, pretendiendo controlar sus pensamientos…. Pero ellos seguían girando en un torbellino en su cabeza…

El piso era pequeño, pero moderno y elegante. Suelo de parquet oscuro que hacía resonar los pasos, una cocina pequeña, un salón con un ventanal hasta el suelo, donde dormían sus invitados en un sofá-cama, su habitación y un baño… suficiente para una persona, y bien localizado en un barrio tranquilo y cerca del centro de Londres. Belén lo recorrió entero ordenando las maletas y todo los objetos ya ordenados, movida por una ansiedad extra que se ha instalado al quedarse sola en casa con sus recuerdos del fin de semana.

Una hora después, al lado de un cuerpo descolocado en una extraña semitorsión hacia la derecha del sofá, con un cojín incrustado en las costillas, que acompañaba la respiración rítmica interrumpida por unos suaves ronquidos, la pantalla del teléfono de Belén se ilumina al recibir un mensaje.

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