miércoles, 4 de enero de 2012

Tobias Coll 2 - Antonio

2

- Última llamada para los señores Tobías Coll y Ernesto Roig. Acudan urgentemente a la puerta de embarque número siete…
Tobías y Ernesto andaban apresuradamente por el aeropuerto de Ibiza, camino de la puerta de embarque.  Ernesto le había recibido apenas tres minutos antes en la escalera de acceso al control de equipajes, y lo primero que oyó Tobías de sus labios fue un reproche, por tu culpa he tenido que facturar para que nos esperaran. Ernesto era especialista en hacerle sentir mal, y al mismo tiempo, era especialista en rescatarle continuamente para seguir de pie en la vida.
Diez minutos después de franquear el detector de metales, estaban sentados en los asientos 10 A y 10 B del Airbus A320 que les llevaría a Barcelona. No habían intercambiado ni una palabra más después de su encuentro un rato antes. Tobías comenzaba a sentir los efectos analgésicos del Ibuprofeno y pretendía volver al sueño que había dejado una hora antes. Ernesto le dio un pequeño codazo cuando el avión comenzaba a moverse y él entornaba los ojos:
- O sea que ayer dejaste el pabellón bien alto, ¿no?
- No entiendo que quieres decir, Ernesto. Te juro que no tengo la cabeza para  jeroglíficos.
- Cuando te dejé al cierre de la cata, tenías pinta de irte a seguir celebrando un nuevo día en el paraíso. Y tu retraso, e irresponsabilidad, de esta mañana me lo confirman.
- Joder Ernesto, no me jodas con monsergas de hermano mayor, ¿quieres?
- No son monsergas, es una realidad, tenemos una reunión superimportante para trabajar con una agencia de gente de pasta, y varias citas con proveedores, en un solo día en Barcelona, y tú no tienes otra brillante idea que irte de juerga la noche anterior. Tobías, ¿no podías esperar a hoy, cuando volvamos en el último vuelo de la noche?
- Las cosas son cuando son, ya lo sabes. También tú podías haber fijado este viaje al principio de esta semana o para la próxima, no el día después de la cata.
- ¿Cuándo coño piensas tirar esa bolsa?
- No es una idea que tenga en mente, la verdad. ¿Por qué? ¿Te interesa? Te puedo regalar una igual.
- No, no, gracias. No me interesa.
- Ya sé que te suelen gustar mis cosas.
- Eres un gilipollas – Por primera vez en la mañana Ernesto sonríe – No me irás a recordar otra vez que Amelia te dejó por mí.
- No, no, tampoco pensaba en eso. Hace demasiado tiempo, y no me gusta recordar los errores – Tobías también sonríe, aunque sólo a medias - ¿Cómo está, por cierto?
Ernesto calla. Tobías vuelve a cerrar los ojos y por su mente pasa la imagen de su primera mujer saliendo de casa con sus dos hijas pequeñas y Ernesto cargando las maletas de las tres en la primera furgoneta que ambos tuvieron para el servicio de catering. Habían pasado veinticinco años, y las heridas y el negocio, seguían abiertos.
- ¿Con quién estuviste anoche? – Ernesto le vuelve a sacar del adormilamiento.
- Ojalá me acordara. Por suerte, sea quien sea, se marchó antes de que me
despertases esta mañana.
- Si aceptas apuestas, creo que fue el tío de la bodega de Cariñenas. No te quitaba ojo, y le he visto esta mañana camino de Madrid con la misma cara que tú tienes ahora.

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