martes, 3 de enero de 2012

Florencio - Pau

    FLORENCIO (Retazos de una biografía real)


    Yo lo conocí en Cáceres hace ya muchos años. Florencio había llegado allí vagabundeando, y mi tío Ricardo, que entonces trabajaba en aquellas tierras como director de un centro médico, le acogió en su casa. Parker, así le rebautizó mi tío, le hacía de chófer y de asistente, porque los litros de vodka que trasegaba Ricardo le inhabilitaban para las sencillas tareas del día  a día. De la infancia de Parker sólo sabía que era el hijo de una puta de Bilbao. Ya de joven, se fue de voluntario a la primera promoción de los boinas verdes. Fue de los pocos soldados españoles que estuvieron en la guerra de Vietnam, enviados allí por el ejército como observadores. Años más tarde se instaló en Londres donde montó un restaurante que funcionó muy bien. Hizo mucho dinero, se casó, tuvo dos hijos y vivía una vida acomodada. Pero su pasado militar llamó a su puerta: los servicios secretos británicos le localizaron y prácticamente le obligaron a embarcarse en un buque de guerra rumbo a las Malvinas para hacer labores de traductor.
     Un día su mujer le dijo que había dejado de tomar píldoras anticonceptivas y que estaba embarazada otra vez. El montó en cólera: “-¿Y no me habías dicho nada?”. Se marchó de casa ofuscado por la falta de confianza de su mujer. Al tiempo, cuando se le pasó el enfado y volvió, ella le dijo que había abortado. “¿Y has abortado sin decirme nada?”. Esta vez no pudo soportarlo. Vendió el restaurante y dos cochazos que tenía, dejó el dinero en una cuenta para pagar la educación de sus hijos y se marchó por el mundo a caminar por las carreteras, trabajando aquí y allá, recogiendo fruta y viviendo como un mendigo hasta que apareció por Cáceres y entró en la vida de Ricardo, en la mía, y hoy, en este taller de Mendiarte.

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