miércoles, 9 de octubre de 2013

Era una de esas mañanas - Antonio

Era una de esas mañanas, no sé si me entiendes. Era una más de todas las mañanas, pero no sé porqué, tenía la sensación de que había algo diferente, algo nuevo. ¿Me entiendes? Estaba como siempre en la mesita de la cocina, al lado de la ventana. Tomaba mi té rojo y veía lo de siempre, el movimiento en la calle, la tienda de Mike con todas las cajas de frutas y verduras en la calle. Me gusta estar ahí hasta las nueve o las nueve y media, que es cuando el sol empieza a golpear la ventana.
Estaba solo, Patty, se había ido a trabajar, y no necesitaba nada. Ella se preocupa por mí, me lo deja todo preparado siempre, y, sí un día estoy mal, sabe cómo aplacar mis demonios. Pero hoy, me he quedado más tiempo allí, mirando. Intentaba recordar desde cuándo conocía a todos los que conocía al verlos, y quiénes debían de ser los desconocidos. Es mi barrio, he crecido aquí. En un tiempo quise irme, pero no debí de intentarlo con demasiado ímpetu, porque aquí sigo, y ya no pienso en largarme.
Entonces he pensado que debía de hacerlo, que debía de bajar y dar una vuelta. No he querido esperar, sino ya sabes que me quedo en casa. Tan sólo he cogido una chaqueta y las llaves, y he salido. Tenía miedo, pero la emoción podía más. En la calle el sol apretaba más fuerte que arriba en la cocina, y me he parado a dejar que me calentase el rostro. Mike me ha gritado desde el otro lado de la acera y el muy loco me ha lanzado una manzana. Guau, ha sido como hace veinte años, cuando el era el lanzador del instituto y todos lo admirábamos. Y yo he sido capaz de alcanzarla en el aire. ¿Te das cuenta? Mike ha aplaudido cuando la he cazado y me ha gritado eres grande tío, eres grande. Eso me ha dado fuerzas, y he bajado la calle camino del parque. He ido remando, como dice Patty. Pero cuando he llegado al sendero del parque, no había casi nadie, y entonces, me he dejado llevar. Sí. He cogido impulso y me he dejado llevar. Ha sido increíble. Tenía tanto miedo. He llegado casi hasta el final del parque, y me he sentido vivo. Por eso he venido a verte Taylor, por eso he cruzado las tres calles que separan el parque del cementerio.
Taylor yo sé lo que es nadar contracorriente, créeme, la prisa, los sueños. No hay que remar tanto, hay que dejarse fluir, quiero decir, hay que remar con lo que tenemos, hay que saber descansar y dejarse llevar. Quizá haya que saber hacia dónde vamos, no sé, quizá. Pero créeme no es tan importante el cuándo lleguemos.  Todo eso lo he sentido esta mañana, ¿ves? Y por eso he venido hasta aquí, solo, por primera vez desde el accidente, con la silla de ruedas. Hay que dejarse fluir, y sólo remar para corregir mínimamente el rumbo. Quiero decir, Taylor, ¿de qué sirve el viaje si no sabes disfrutar de él?

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