ROCÍO
Rocío tiene a Bestia en su regazo. Le transmite paz este gato de angora que
parece meditar antes de actuar. Está sentada se un balancín de mimbre, bien
aprovisionado de cojines, en su rincón de mesa-camilla y flexo. Su rincón
preferido.
Rocío está tranquila, ya nunca corre. Atrás
quedaron las prisas y las ansias. Ahora medita, como su gato, antes de tomar
una decisión y jamás se precipita. Se siente a gusto con esa paz interior, le
da la sensación de haber conseguido una meta.
Rocío se ha aficionado a la pesca. Suele
levantarse antes que el sol y prepara cuidadosamente todo el material que ha de
necesitar. Con las primeras luces echa a andar el medio quilómetro que la
separa del espigón de rocas donde tira la caña mientras observa la inmensidad y
piensa en nada. El paso de las horas solo se refleja en el avance del sol y así
va pasando la mañana en agradable compañía de sí misma y de los peces que van
picando. Muchos los devuelve al mar. Solo mete en la cesta los que necesita. A
veces lleva un libro, otras veces el pequeño transistor, pero la mayoría de las
veces no necesita distracción, pues este rato de contemplación y meditación le
colma el espíritu. Cuando le parece bien, recoge y vuelve a casa.
Ya en casa, a Rocío le gusta ocuparse del jardín
y del pequeño huerto que hay detrás de la casa. Allí también se le van las
horas entre mimos y podas.
Cuando hace mal tiempo, o en las largas tardes
de invierno, Rocío se refugia en su balancín, en su rincón junto a la estufa.
Enciende el transistor y teje diversos tipos de prendas de lana con los que da
calor a los suyos. Unos guantes para Max, una bufanda para Clara o un chaleco
para Julia. Éstos vienen de visita todos los domingos, día que Rocío dedica a
la cocina, a la comida y a la sobremesa en grata compañía.
A veces Rocío recuerda sus años mozos, su
vitalidad, sus campañas en busca de animales extraños con la esperanza de
encontrar una especie por clasificar, sus sueños de juventud. Y sonríe, porque
no hubiera podido encontrar mejor futuro a sus expectativas de años atrás.
Pero lo mejor en la vida de Rocío, lo mejor de
este tiempo de calma, de estos años sin prisa es la serena presencia de su media
naranja. Él también tiene sus actividades matutinas, pero pasa las tardes
sentado en el balancín de mimbre que se encuentra junto al suyo. A ratos él le
toma la mano, y ella se siente plena.
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