miércoles, 5 de junio de 2013

Planes de fuga - Silvia

-¡Vayámonos de aquí!
-Eso estaría muy bien
-Lo digo en serio, ¡hagámoslo!
-Y ¿cómo?
-Pues no sé… Podríamos tomar el último tren, así, con lo puesto, sin llevarnos más que a nosotros mismos. Salimos de aquí cuando cierren, cada uno por su lado, como si no nos conociéramos y nos encontramos en la estación. Subimos a ése tren y no volvemos nunca más.
-¿Estás segura? Yo tampoco estoy tan mal aquí. No sé, me gusta este lugar.
-¡Pero aquí no podemos ser libres! Demasiados ojos mirando, demasiadas bocas hablando, demasiada gente nos juzga. No puedo soportar más esta doble vida, este hacer ver que no me importas cuando lo único que deseo es abrazarte. Sonreir a los demás mientras no puedo dedicarte a ti  una sonrisa. Morir por dentro mientras reprimo un beso… Ya no puedo seguir así. Necesito liberarme, moverme, cantar, bailar. Bailar contigo.
-O sí, claro, a mí también me gustaría. Espera, disimula, que viene alguien….       Uf, por poco nos pillan…. Perdona ¿me decías?
-Te decía que te veo poco por la labor. Creo que tu ya estás bien así y que no piensas hacer nada por cambiar nuestra miserable situación.
-Tampoco es eso. Yo también te quiero y me parece muy bonito todo esto que dices pero, de alguna manera, no lo veo factible. ¿Dónde quieres que vayamos? ¿De qué piensas vivir?
-Pero ¡qué más da! Solo necesito sentir la libertad. Quiero que vayamos lejos, donde nadie nos conozca, donde nadie nos juzgue. Salir de esta prisión, de este escaparate. Y ¿de qué pienso vivir? Lo que pienso es en vivir. Esto que soportamos no es vida. ¿Es que no te das cuenta? Por favor, ¡sácame de aquí!
Él la miró de reojo, ella le miró a su vez. Se miraron en un lapso de tiempo que pareció eterno.
-Por lo menos dame un beso….
-Sabes que no puedo…
Una lágrima de triste desesperación rodó por su mejilla. Levantó la mirada y volvieron a encontrarse. Pasó un minuto, luego otro. Allí permanecieron, inmóviles, manteniendo la compostura.
Maldijo entre dientes su ropa impuesta, su postura impuesta, su sonrisa impuesta. Maldijo haberse enamorado de su compañero de escaparate. Por primera vez en su vida maldijo ser un maniquí, su inmovilidad, su destino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario