lunes, 1 de abril de 2013

Libro significativo - Hassan Ahmar

Estimada audiencia…; estimada porque lo normal en quien escribe es que lo haga para ser leído por otro u otros, eso se estima.
Para llegar a esa introducción, a esa fórmula; "estimada audiencia", antes debe haber "algo", aquello que la audiencia va a recibir, en este caso un texto. Y antes de producirse ese "algo-texto" las terribles eternas preguntas; ¿porqué escribo?¿Qué tengo yo que contar?¿A quién puede interesar?¿Qué aportará a quien lo lea? Estas cuestiones que suelen paralizar mi pluma, no detienen, por suerte en unos casos y por desgracia en otros, a infinidad de personas que se lanzan a escribir. Quiero compartir dos casos de los que yo calificaría de afortunados, porque creo que aportan historias que pueden enriquecer al lector; ese ha sido mi caso al leerlos. El primero me enriqueció de un modo filosófico-intelectual y el segundo desde el prisma del gozo de la vida.
    A la incómoda edad de los 17 años, cuando todo el tinglado social y educativo se me hizo presente desde la cara norte, fría, desgarradora, rechinante, destruyendo para siempre mi impresión de orden y armonía en las sociedades humanas, tuve la fortuna de encontrar escondido en la librería del salón de casa un librito de tapas azules tamaño cuartilla titulado 'El despertar de la sensibilidad o el arte de ver'. Escrito por Jiddhu Krishnamurti alrededor de los años 60, en ese libro de reducido tamaño se me descubrieron las inmensidades del interior del ser humano, con todos sus gozos y sus sombras. Nunca un texto tuvo tanto efecto en mi ni a día de hoy ningún otro texto lo ha tenido. Es fácil que en esas páginas, con su lectura, ese adolescente que era yo construyera una nueva realidad que reemplazara al súbitamente destruido paraíso de la infancia, el Edén de la ignorancia. Una situación, sin embargo, dolorosa, porque la nueva realidad era cruda, cruel y hermosa a la vez; y esa dualidad alejada de la pueril ingenuidad me ha acompañado hasta hoy. Infinitas gracias a Krisnamurti, a quien transcribió sus charlas y a quien las publicó. Todos ellos tuvieron clara su misión de ofrecer a la humanidad, a través de la palabra escrita, sabiduría.
    Unos años más tarde descubrí otra joya de la escritura; '¡Eh Petre! Cuaderno de un navegante solitario', de Julio Villar. En cierto modo este libro es antagónico o complementario del anterior. Como dice y hace su autor, cojo su vida por la mano y allá se va con ella, a dar la vuelta al mundo en un velerito minúsculo, de seis metros de eslora. El 

texto es fresco y lleno de vida, vivificante, alejado de la intensidad desgarradora del libro de K. Este libro es un canto ala vida y proyecta al individuo hacia el exterior, hacia la naturaleza; es una apuesta por VIVIR (con mayúsculas). El hombre desnudo ante, en, el universo, lejos de toda constrictora vivencia o convención social. K nos habla de cómo funciona el individuo y la sociedad y de que modo podemos tratar de gestionar los conflictos que generan esos hábitos. Villar nos habla de escapar por un tiempo y ser animales salvajes, correr desnudos por el planeta.

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