lunes, 13 de mayo de 2013

Tata Contadora - Anahi


En un rincón olvidado de la civilización, vive escondida como un erizo Silvia Sánchez o como todos la conocen desde hace muchos años, Tata Contadora. Le prometí a mi abuela que un día iría y me encamine a desvelar el misterio. No muchos lo saben, pero en sus tiempos mozos, trabajo como arquitecta. Primero de adultos, luego de adolescentes y niños. Un día,  según dicen, se cansó y se transformó en inventora.  Tenía tantas cosas fantásticas en su casa que un día ya no le entraron más y tuvo que empezar a construir objetos maravillosos para el exterior, pero eran tan extraños que nadie los entendía. Así que empezó a explicarlos, primero muy directamente decía…
-¡Esto es un exprimidor de sandías!. O ¡esto es un masajeador de  codos!
 Pero sus inventos seguían sin venderse. Así es como empezó a decorar los inventos con historias sencillas. Y después de escuchar una fantástica historia de calor sofocantes y zumo recién exprimido de sandía, que se exprimía sin partirla y sin ensuciar. La gente empezó a comprar el exprimidor. Primero porque solo de pensarlo todos querían zumo sin ensuciarse las manos, pero en realidad les había gustado tanto la historia que querían recordarla por siempre. De como encontró cada tornillo en el camino de las margaritas hasta como sin darse cuenta de una semilla de sandia olvidada en un cajoncito de pino, le creció una planta tan grande que tuvo que pensar que hacer con su montaña de 1745 sandias. Incluidas las pequeñas que son las más buenas.
Solo tenia un requerimiento, no quería grabadoras, ni fotos, ni coches, ni tecnología en su casa. Así que uno si quería saber algo de ella, tenía que arremangarse los pantalones, cruzar el camino lleno de baches, girar 3 veces a la derecha y una a la izquierda, otra vez a la derecha y detrás del bosque de bambú, encontrar la casita multicolor hecha de materiales reciclaros, tan primorosamente encajados, que incluso el bosque crecía dentro de casa y ella con el bosque sin molestarse ni uno ni el otro.
Las historias no le hacían justicia. Apenas sobrepasaba el metro de altura, y era tan delgadita que si no fuera por los zapatones, se la llevaría el viento. Un calcetín de cada color, porque las historias le trepan por los pies, pantalones con muchos bolsillitos  llenos de cosas por lo abultados y por lo que dejaban escapar. Trozos de tela un destornillador y creo que también le vi un lagartijo  que vivía según decía ella, en ese bolsillo del chaleco desde hacía un mes. Todo los pelos parados y blancos, daban la impresión que metió los dedos en el enchufe. Pero sabia que era imposible. Le gustaba solo la luz de las velas.
Creí que llegaba tarde, porque no se bien que hora es, la del atardecer desde la ventana de su cocina.  En silencio me senté un una especie de banquito de cortezas de algarrobo y esperé a que comenzara la historia junto con unas 10 personas que al igual que yo, querían viajar a través de sus palabras…
Muy solemnemente se subió a un cajón de naranjas viejo lleno de caracoles multicolores y tirando de un cordelito que colgaba del maravilloso algarrobo que nos cobijaba del rocío, descendió como una araña en su hilo, una especie de trompetita. , no mas grande que  una mano pero que en sus manitas parecía un cornetón, decorado con lanitas de colores y un cascabel.
 Con voz seria recito.
-Me encontraba cierto día  de paseo pensando en mis cosas  cuando de pronto me di cuenta que hacia rato que estaba de pie pensando. Al parecer estuve tanto tiempo inmóvil que me llené de la humedad del atardecer y al parecer estaba tan quieta que un montón de caracoles se me habían subido por los pies, casi hasta las rodillas. No quise moverme para no aplastarlos y dije con un suspiro.
-¡valla por Dios y ahora! ¿como salgo de esta?
Recordé que tenia un bonito trozo de madera guardado en la chaqueta y una navaja en el bolsillo del pantalón. Así que pensé hacerle unos agujeros he intentar encontrar el sonido justo, como la historia del flautista de Hamelin. Me dio la media noche soplando y haciendo pruebas hasta que valla maravilla después de hacer el agujero 33 y medio un caracalito se metió en su caparazón y rodó al suelo. Agrande un milímetro más el agujero y cayeron 7 más. Estuve tentada de dejarlo allí para no estropearlo, pero agrandé el agujerito un poquitito más y todos los caracoles rodaron al suelo. Un salto y ya estaba libre del húmedo abrazo.
 Antes de que llegarais metí los pies en una excelente cerveza que preparo y como verán ya tengo los caracoles del cajón trepando hasta las rodillas. Dijo mientras se levantaba el pantalón bombacho hasta las huesudas rodillitas.
No nos habíamos dado cuenta, porque movía tan dulcemente las manos que parecía una danza y nadie se percato de los caracoles… antes de que pudiéramos salir del asombro continuó.
-nadie está a salvo de los profundos pensamientos de nuestro ser, y si uno de ellos te pilla desprevenido de paseo como a mi, es muy importante tener la herramienta adecuada.
 Desato la cornetita del cordel y le dio un soplido tan fuerte que le temblaron las orejas, a ella y a todos nosotros también mientras veíamos como los caracoles rodaban hasta el suelo como castañas…una carcajada sublime nos saco del asombro y nos sumió en el júbilo.
Ni que decir que todos nos llevamos la cornetita, que por cierto siempre me meto en el bolsillo al irme de paseo, no sea que de pronto me ocurra un imprevisto.
Es una pena que ya este tan mayor y que solo podamos guardar sus historias en nuestro corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario