lunes, 13 de mayo de 2013

Diálogo - Silvia

Levantó la vista y contempló los ojos que le devolvían la mirada. Le parecieron unos ojos gastados, una mirada cansada, agotada. No recordaba haberse visto así jamás. Abrió el grifo, llenó de agua la cuenca que formaban sus manos y se lavó el rostro. Volvió a contemplar su reflejo. No le gustó. Esos ojos reflejaban derrota. Se sentía desamparada, rota, sola, débil y esos ojos no la ayudaban. Esa mirada no dejaba de reprocharle cosas, estaba agotada, pero seguía atacándola.
-No has sabido hacerlo mejor. No sirves para querer a nadie. Tienes lo que te mereces.
-¡No! ¡No puede ser! ¡No es así!
Una pequeña parte de ella se resistía a aceptar las acusaciones, pero otra parte, oscura y pesada, le había dado la espalda y le estiraba hacia abajo, enviándole mensajes a través de esos ojos clavados en el espejo. Le parecía todo una broma cruel del destino. ¿Cuándo empezó todo esto? ¿En qué momento estaba cayendo sin darme cuenta? ¿Quién se está riendo de mí? La sensación de vacío era insoportable. Nada importaba realmente, sólo esos ojos que no dejaban de atacarle.
-Todos estos años han sido una gran mentira…
-¡No! ¡No puede ser! ¡No es así!
Sus pequeñas fuerzas le estaban abandonando. Iba ganando terreno el sentimiento de derrota, la tristeza, la frustación.
-Vaya mierda, niña, vaya mierda todo… y ahora, ¿qué?
Sintió lástima, lástima de esa cara, lástima de los ojos tristes que la observaban. Se reconoció en esa lástima de sí misma, y esa fue la gota que colmó el vaso. Una llama, alimentada por la rabia, crecía, incontrolable.
-Ah, no. ¡Autocompasión sí que no! Ahora mismo vas a levantar la cabeza, vas a salir de este espejo y vas a dejar de mirar hacia atrás. Lávate la cara una vez más y sal al sol, al encuentro de los que te quieren. Refúgiate en su calor y no vuelvas a lamentarte. Podrás sentir muchas cosas, pero lástima no, no lo voy a permitir.
Obedeció automáticamente.
Mientras avanzaba en coche por el camino las lágrimas le acompañaban, pero también la esperanza. El espejo quedó atrás y, en él, el desaliento y su agonía.
Iba a vivir ésta vida, su vida.

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