Levantó la vista y contempló los ojos que le
devolvían la mirada. Le parecieron unos ojos gastados, una mirada cansada,
agotada. No recordaba haberse visto así jamás. Abrió el grifo, llenó de agua la
cuenca que formaban sus manos y se lavó el rostro. Volvió a contemplar su
reflejo. No le gustó. Esos ojos reflejaban derrota. Se sentía desamparada,
rota, sola, débil y esos ojos no la ayudaban. Esa mirada no dejaba de
reprocharle cosas, estaba agotada, pero seguía atacándola.
-No has sabido hacerlo mejor. No sirves para
querer a nadie. Tienes lo que te mereces.
-¡No! ¡No puede ser! ¡No es así!
Una pequeña parte de ella se resistía a
aceptar las acusaciones, pero otra parte, oscura y pesada, le había dado la
espalda y le estiraba hacia abajo, enviándole mensajes a través de esos ojos
clavados en el espejo. Le parecía todo una broma cruel del destino. ¿Cuándo
empezó todo esto? ¿En qué momento estaba cayendo sin darme cuenta? ¿Quién se
está riendo de mí? La sensación de vacío era insoportable. Nada importaba
realmente, sólo esos ojos que no dejaban de atacarle.
-Todos estos años han sido una gran mentira…
-¡No! ¡No puede ser! ¡No es así!
Sus pequeñas fuerzas le estaban abandonando.
Iba ganando terreno el sentimiento de derrota, la tristeza, la frustación.
-Vaya mierda, niña, vaya mierda todo… y ahora,
¿qué?
Sintió lástima, lástima de esa cara, lástima
de los ojos tristes que la observaban. Se reconoció en esa lástima de sí misma,
y esa fue la gota que colmó el vaso. Una llama, alimentada por la rabia, crecía,
incontrolable.
-Ah, no. ¡Autocompasión sí que no! Ahora mismo
vas a levantar la cabeza, vas a salir de este espejo y vas a dejar de mirar
hacia atrás. Lávate la cara una vez más y sal al sol, al encuentro de los que
te quieren. Refúgiate en su calor y no vuelvas a lamentarte. Podrás sentir
muchas cosas, pero lástima no, no lo voy a permitir.
Obedeció automáticamente.
Mientras avanzaba en coche por el camino las
lágrimas le acompañaban, pero también la esperanza. El espejo quedó atrás y, en
él, el desaliento y su agonía.
Iba a vivir ésta vida, su vida.
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