lunes, 13 de mayo de 2013

el baño - Romanie

Es una habitación sin paredes, techo ni puerta. Es un espacio vacío entre hojas de higochumbo. Hay que agachar la cabeza un poco. La entrada la marcan unas baldosas de terracota mallorquina que entran entre dos pantallas de sabina y cañizo, a las que trepa una enredadera de jazmín en flor de fuerte aroma. Esta habitación sí que tiene suelo. Son dos palets con mosquitera entre madera y madera. En el centro hay un marco de ventana, también con red de mosquitera, de la que sale una cuerda que se alza sobre un codo del higochumbo que tenemos sobre la cabeza. Al final de esta cuerda hay un pompón de seda.
Hay un olor extraño y espeso. Algo entre empalagoso jazmín y seca cal viva. Las instrucciónes de uso son evidentes:
* Tirar del pompón, y ver cómo se abre la trampilla dejando ver una profundidad oscura de fondo encalado.
* Apoyar ambos pies a los lados de esta apertura y sentarse de cuclillas con los pantalones y ropa interio anteriomente bajada hasta las rodillas
* El cuerpo es naturaleza y en ese momento actúa solo.

Una vez que uno se siente liberado, solo queda un edor incómodo. Para ello a nuestra derecha encontramos un cubito de plástico azul lleno de cal viva y una pala. Uno recore una palada y la tida por el agujero tapando lo recién liberado.
También a nuestra derecha encontramos un rollo de papel de water colgado de otra rama, Esta ahora nos sirve para higienizarnos.
Una vez limpios, volvemos a abrocharnos la ropa y salimos de esta habitación sin paredes, techo ni puerta, siguiendo las baldositas de terracota hasta el jardín de una gran cas payesa de piedra viva.
En 1989 este lugar fue sustituido por un cubículo con techo, paredes, puerta y suelos blacos. Completamnte embaldosado. Un retrete blanco. Impresonal, uno como el que hay en todas las casas modernas del mundo, donde uno ya no vé nada ni forma parte del ciclo natural de la tierra.

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