domingo, 19 de mayo de 2013

La cita - Cristina


Nunca sabes cuando te va a dar y esta vez me pillo en el baño. Me desperté sentada en el water con las bragas bajadas. “Al menos no me he meado encima”, pensé. Tarde un rato hasta recordar donde me encontraba. Había quedado en una cafetería con Andres, un chico que me gustaba especialmente. Erá nuestra primera cita. Me refresqué la cara y me recompuse un poco antes de salir. Para mi sorpresa la puerta estaba cerrada con llave. Di unos golpes fuertes para ver si alguien me oía, pero no obtuve respuesta. Saqué el móvil del bolso para avisar a Andres, pero no tenía cobertura dentro del baño. Miré la hora y entonces lo entendí todo. La cafetería había cerrado y no habían comprobado si había alguien en el baño. Si, vale al entrar fui directa al baño, tal vez nadie se percato de mi entrada. Pero, ¿ porqué cierran el puto baño con llave? pensé. Y al mirar la ventana lo comprendí. Era fácil colarse por ella.


Calcule la ventana 50x50, dude de mi trasero, este no pasa. En ese momento escuche hablar a alguien dentro de la cafetería. “Todavía hay alguien”, pensé. Empece a golpear la puerta con todas mis fuerzas. A través de la puerta alguien me pregunto que hacia allí. Y antes de responder, una segunda voz dijo, apártese de la puerta que vamos a abrir. Para mi sorpresa dos nacionales con cara de pocos amigos me abrieron la puerta. Resulta que algún vecino escucho mis golpes y alerto a la policía, no era la primera vez que entraban a robar por el baño.


Les expliqué lo sucedido, pero uno de ellos no paraba de decir “ya no saben que inventar, sí,sí, narcolepsia”.Anda, suba al coche, me dijo, ya no recuerdo nada más.

lunes, 13 de mayo de 2013

Jason y los ancionautas del Parque de la Paz - Antonio

Una morena vestida de blanco pasa frente a los dos ancianos.
-Pues yo a es la agarraba y le metía un buen meneo. Ya te digo. – Se queda mirando a la chica medio segundo y luego parece entornar los ojos, sorbe su vaso de agua caliente, y continua su disertación – O no. O no le hacía nada. Eso depende, porque si ella no quiere, no hay más que hablar. Pero vamos que si quiere le meto un buen meneo.
Observa el tablero, casi por costumbre, porque recuerda perfectamente dónde estaban esas fichas hace diez minutos.  Se gira hacía el oponente que tiene del otro lado de la mesa en el Parque de la Paz.
- ¿Abdullah qué sabes lo que vas a mover? ¿No te estarás haciendo caquita otra vez?
- Te he dicho mil veces que me llamo Eduardo, y que soy de El Ejido.
-Bueno, pero allí ahí muchos marroquís, ¿no? Pues entonces no sería tan raro que tú fueses uno de ellos. Vaya, que igual lo eres y no lo sabes, o no te acuerdas. ¡Eh, Abdullah! Porque estas cosas cómo se pueden saber. Tu sabes lo que te han contado, como todos, pero no sabes si te han dicho la verdad. Aunque esto nos pasa a todos. Yo creo lo que me ha dicho mi madre. Pero bueno, luego no le he hecho mucho caso. Mira mueve lo que quieras que yo me voy a dar una vuelta, que me duele la espalda y no puedo estar aquí sentado. Vuelvo ahora en cinco minutos y ya te doy jaque mate.
La figura espigada y anciana se levanta, echa mano a un bastón e intenta curvar la espalda tanto como puede hacia atrás. Hace años que padece de ella y ya ha dejado de tener una sensación objetiva de la intensidad de ese dolor. Camina un poco hacia unas ancianitas que sentadas en un banco hablan de pastillas y horarios de medicación. Nuestro abuelo piensa, que mayores están estas señoras, todos los días al sol y empastilladas. En realidad la mayor de ellas es diez años más joven que él mismo, pero él las ve mayores, claro. Su mente de niño siempre ha estado encerrada en el cuerpo, y qué cuerpo, piensa él, y hace como que contonea todo el cuerpo, como ha hecho siempre, en movimientos arrítmicos y descoordinados, en un baile que es independiente de la música que suena en su cabeza. En realidad ahora es ya sólo su cabeza quien reproduce la música y el movimiento, su cuerpo ya no se mueve tanto, pero como ya sabemos, su mente tira siempre a una velocidad más.
Ve a un grupo de jovencitos en otro rincón del parque y su mirada de niño travieso se ilumina. A su paso se acerca hacia ellos, dónde llega unos cinco minutos después.
- Hola. ¿Perdonar, tenéis pastel de la risa?
El grupo lo mira extrañado, no le entienden, aunque tampoco saben que eso es un clásico en la vida de nuestro héroe, pero se dejan llevar un extraño magnetismo de atracción y duda.
-¿Un pastel de qué?
-De la risa. Vamos le llaman así, aunque a mi mucha risa no me dio, pero si tenéis un poco lo pruebo. Un trocito sólo, no puede ser peor que la última vez, y al menos tendré enfermeras en urgencias. ¿No sé si se entiende?
-Abuelo, ¿Se ha perdido? ¿Quiere que avisemos a sus hijos?
-Lo que quiero en un pastel de marihuana.
-¿Marihuana? Abuelo, eso ya no se lleva. Ahora todo es en pastillas. ¿Pero en qué año se ha quedado?
-Bueno, pues si no tenéis, no quiero. Pero es una pena, porque está muy rico. Así se me pasa un poco el dolor de la hernia. ¡Ah! Se ha vuelto a salir.  ¿Queréis verla?
A unos veinte metros de la escena se acerca apresurada una enfermera morena, la misma que protagonizaba el principio de este texto, y grita.
-Jason, súbase los pantalones y deje de enseñar la hernia.
El alto abuelo sonríe, piensa mejor fuera que dentro, y entonces suena un pedo que funde a negro toda la escena.

Tata Contadora - Anahi


En un rincón olvidado de la civilización, vive escondida como un erizo Silvia Sánchez o como todos la conocen desde hace muchos años, Tata Contadora. Le prometí a mi abuela que un día iría y me encamine a desvelar el misterio. No muchos lo saben, pero en sus tiempos mozos, trabajo como arquitecta. Primero de adultos, luego de adolescentes y niños. Un día,  según dicen, se cansó y se transformó en inventora.  Tenía tantas cosas fantásticas en su casa que un día ya no le entraron más y tuvo que empezar a construir objetos maravillosos para el exterior, pero eran tan extraños que nadie los entendía. Así que empezó a explicarlos, primero muy directamente decía…
-¡Esto es un exprimidor de sandías!. O ¡esto es un masajeador de  codos!
 Pero sus inventos seguían sin venderse. Así es como empezó a decorar los inventos con historias sencillas. Y después de escuchar una fantástica historia de calor sofocantes y zumo recién exprimido de sandía, que se exprimía sin partirla y sin ensuciar. La gente empezó a comprar el exprimidor. Primero porque solo de pensarlo todos querían zumo sin ensuciarse las manos, pero en realidad les había gustado tanto la historia que querían recordarla por siempre. De como encontró cada tornillo en el camino de las margaritas hasta como sin darse cuenta de una semilla de sandia olvidada en un cajoncito de pino, le creció una planta tan grande que tuvo que pensar que hacer con su montaña de 1745 sandias. Incluidas las pequeñas que son las más buenas.
Solo tenia un requerimiento, no quería grabadoras, ni fotos, ni coches, ni tecnología en su casa. Así que uno si quería saber algo de ella, tenía que arremangarse los pantalones, cruzar el camino lleno de baches, girar 3 veces a la derecha y una a la izquierda, otra vez a la derecha y detrás del bosque de bambú, encontrar la casita multicolor hecha de materiales reciclaros, tan primorosamente encajados, que incluso el bosque crecía dentro de casa y ella con el bosque sin molestarse ni uno ni el otro.
Las historias no le hacían justicia. Apenas sobrepasaba el metro de altura, y era tan delgadita que si no fuera por los zapatones, se la llevaría el viento. Un calcetín de cada color, porque las historias le trepan por los pies, pantalones con muchos bolsillitos  llenos de cosas por lo abultados y por lo que dejaban escapar. Trozos de tela un destornillador y creo que también le vi un lagartijo  que vivía según decía ella, en ese bolsillo del chaleco desde hacía un mes. Todo los pelos parados y blancos, daban la impresión que metió los dedos en el enchufe. Pero sabia que era imposible. Le gustaba solo la luz de las velas.
Creí que llegaba tarde, porque no se bien que hora es, la del atardecer desde la ventana de su cocina.  En silencio me senté un una especie de banquito de cortezas de algarrobo y esperé a que comenzara la historia junto con unas 10 personas que al igual que yo, querían viajar a través de sus palabras…
Muy solemnemente se subió a un cajón de naranjas viejo lleno de caracoles multicolores y tirando de un cordelito que colgaba del maravilloso algarrobo que nos cobijaba del rocío, descendió como una araña en su hilo, una especie de trompetita. , no mas grande que  una mano pero que en sus manitas parecía un cornetón, decorado con lanitas de colores y un cascabel.
 Con voz seria recito.
-Me encontraba cierto día  de paseo pensando en mis cosas  cuando de pronto me di cuenta que hacia rato que estaba de pie pensando. Al parecer estuve tanto tiempo inmóvil que me llené de la humedad del atardecer y al parecer estaba tan quieta que un montón de caracoles se me habían subido por los pies, casi hasta las rodillas. No quise moverme para no aplastarlos y dije con un suspiro.
-¡valla por Dios y ahora! ¿como salgo de esta?
Recordé que tenia un bonito trozo de madera guardado en la chaqueta y una navaja en el bolsillo del pantalón. Así que pensé hacerle unos agujeros he intentar encontrar el sonido justo, como la historia del flautista de Hamelin. Me dio la media noche soplando y haciendo pruebas hasta que valla maravilla después de hacer el agujero 33 y medio un caracalito se metió en su caparazón y rodó al suelo. Agrande un milímetro más el agujero y cayeron 7 más. Estuve tentada de dejarlo allí para no estropearlo, pero agrandé el agujerito un poquitito más y todos los caracoles rodaron al suelo. Un salto y ya estaba libre del húmedo abrazo.
 Antes de que llegarais metí los pies en una excelente cerveza que preparo y como verán ya tengo los caracoles del cajón trepando hasta las rodillas. Dijo mientras se levantaba el pantalón bombacho hasta las huesudas rodillitas.
No nos habíamos dado cuenta, porque movía tan dulcemente las manos que parecía una danza y nadie se percato de los caracoles… antes de que pudiéramos salir del asombro continuó.
-nadie está a salvo de los profundos pensamientos de nuestro ser, y si uno de ellos te pilla desprevenido de paseo como a mi, es muy importante tener la herramienta adecuada.
 Desato la cornetita del cordel y le dio un soplido tan fuerte que le temblaron las orejas, a ella y a todos nosotros también mientras veíamos como los caracoles rodaban hasta el suelo como castañas…una carcajada sublime nos saco del asombro y nos sumió en el júbilo.
Ni que decir que todos nos llevamos la cornetita, que por cierto siempre me meto en el bolsillo al irme de paseo, no sea que de pronto me ocurra un imprevisto.
Es una pena que ya este tan mayor y que solo podamos guardar sus historias en nuestro corazón.

La tienda de flores - Rozio

Son casi las seis de la tarde y aún no ha venido. La señora se retrasa hoy más de la cuenta. No me había fijado hasta hoy de lo puntual que es siempre.


¿Que miras tanto a la calle? me pregunta despreocupadamente Elisa. Ayer salió hasta tarde y parece que ha conocido otra vez a alguien. Hoy ha estado todo el día pendiente de los mensajitos que le llegaban y no ha soltado el puto teléfono en toda la tarde.



Lo que me sorprende es que te hayas dado cuenta, respondo un poco molesta.



Parece que capta la indirecta y deja el teléfono en el mostrador. Con ganas de conversar un rato se acerca a la puerta de la tienda y me dice: es por la vieja, no? Igual hoy no viene.



Me giro inmediatamente y le digo: pero que dices!  Todos los viernes desde que abrimos viene paseando desde la calle de arriba, despacito, disfrutando del sol, y llega a las cinco y media puntual.



Debió ser muy guapa de joven, va siempre tan bien peinada, con un poco de sombra en los ojos, tan elegante... aún es muy guapa, no?



Yo creo que sí. Además, no sólo es el aspecto, es que también habla tan dulce... es Argentina, verdad?



Si, vivió mucho tiempo en Ibiza, me parece.



¿te la imaginas toda hippy, drogándose, bailando y bañándose desnuda en la playa?



No, no , o  de gogó en una discoteca, viajando en yates de famosos por el día...



Seguro que sería igual que ahora, en el campo, las plantitas...



¿tendrá hijos? ¿y marido? Casi nunca habla de ella misma. Siempre nos pregunta a nosotras lo que hemos hecho esta semana y escucha nuestros rollos.



Mira, ahí viene! ¿ves? ¡Te lo dije! ¿que le habrá pasado?



Hola, buenas tardes! Señora Anahí, pensábamos que ya no vendría....



Ante la cara de sorpresa que puso no pude más que acusar a la tonta de Elisa: Ella creía eso, yo sabía que no, que seguro que llegaba...



Ay, chiquitas!  A lo mejor un día va y no vengo más ya!  dice guiñándome un ojo.



No diga eso, que para nosotras usted es la mejor cliente que tenemos... soltó la bruta de Elisa.



La señora Anahí, lejos de enfadarse, sonrió con la boca y los ojitos, viendo sólo juventud en las palabras de la dependienta. Se arregló un poco el pelo en el reflejo del escaparate y preguntó. Bueno, a ver que flores tenemos para hoy.

La jubilación - Cristina

Como era de esperar fuimos todos los amigos que aún estábamos en pie, su familia y también algunos de sus  ex-alumnos. Sus convocatorias siempre nos alegraban, en parte gracias a sus dotes como destilador de licores, que aunque el médico le ha prohibido beber alcohol, él por darnos el gusto sigue regalándonos nuevos licores, aunque dicho sea de paso, la prohibición se extiende a la mayoría de nosotros, sus viejos compañeros de viaje.
Hoy nuestro amigo celebró su jubilación después de 25 años de docencia. Y ha querido celebrarlo en su casa como a él le gusta, rodeado de toda su gente y comida, mucha comida, jamas ha conseguido calcular la cantidad de comida para estas reuniones. De hecho, desde hace muchos años tiene un congelador exclusivamente para guardar todos los tappers con los restos.

Cuando nos disponemos a cenar me percato de la cantidad de panes diferentes que hay sobre la mesa. Los panes, algo que con el tiempo se convertiría en algo más que un hobby. Abrió una panadería en el año 2018 después de dejar el Ayuntamiento, harto de tanta hipocresía política. Cambio su destino y se hizo panadero. Durante un tiempo parecía feliz. Pero el peso de una educación recibida lo llevo a preparar oposiciones y fue entonces cuando saco la plaza de profesor. Por supuesto, la saco a la primera. Dejo la panadería, pero la dejo en buenas manos, las mías. Hicimos un intercambio, oposiciones por la panadería. Yo le ayude con las oposiciones  y él me enseño a hacer pan.

La docencia le hizo ser más paciente. Los primeros años fueron muy duros, debido a la crisis los muchachos no estaban  motivados y el esfuerzo por llegar a ellos lo dejaba exhausto, dudo en dejarlo y empezó a plantearse la idea de irse fuera,  volver a Francia , de hecho al tercer año pidió una excedencia pero un acontecimiento inesperado le devolvió a las aulas y a nosotros.

Cuando yo me jubile su sobrina Olivia se hizo cargo de la panadería y aún hoy sigue regentándola junto con su marido Jordi. Nuestro amigo se deja caer una vez por semana y amasa unos panes para llevarse a casa. Adora a Olivia y disfruta de su compañía, hablan de sus cosas mientras amasan, es uno de sus mejores momentos de la semana. Otro gran momento son los paseos junto con su perro Byron, inseparables desde hace 13 años, cuando sufrió una caída que le apartó de la competición. Como le vimos muy afligido le regamos a Byron, un perro de lo más aristocrático. Están echos el uno para el otro. A Byron le gusta la literatura, desde pequeño nuestro amigo le leía relatos. Cuando eran de miedo, se escondía entre sus piernas y él lo cogía entre sus brazos y lo acurrucaba. Ahora que Byron es mayor y tiene gusto literario, cuando algo no le gusta ladra, no para de ladrar.

A pesar de los años sigue siendo un ser inquieto y nos sigue sorprendiendo con sus ideas para seguir activos mentalmente. La última ,escribir cuentos para niños. La idea parte de una ONG, el fin, recaudar fondos para ayudar a niños explotados en países de América Latina y en esa andamos todos liados.

Los viejos amigos queríamos hacerle un regalo  y al final después de muchos descartes decidimos escribir una carta conjunta sobre la amistad. Cuando se la dimos no dijo nada, simplemente nos abrazo. Al cabo de un rato le vi en la terraza con la carta abierta  en la mano,observándonos a todos con una gran sonrisa.
Me alegra ver a mi amigo feliz, contento con la vida que le ha tocado vivir, tranquilo y sosegado.
La amistad es, ha sido y será uno los pilares de su vida, algo que los viejos amigos compartimos.

Por muchos años, Antonio
Feliz jubilación!

GUILLE DENTRO DE 30 AÑOS! - Romanie

Pronuncié su nombre en alto a medida que me acercaba pero no levantó la mirada del libro. Por un momento dudé de mi vista que ya me había hecho alguna jugarreta antes!. Le toqué el hombro y giró la cabeza. Me encontré con Guille
. En sus ojos aun se encontraba. Era él sin duda. El cuerpo algo más consumido, aunque elegante y con buen porte a pesar de ir bastante más encorvado. Se había convertido en un Don Quijote con la barba gris bién recortada. Empezamos a hablar. Le dejé hablar a él. Quería escuchar de su boca las palabras en primera persona de cómo llegó a instalarse aquí en Florencia. Aun hablaba lento y con precisión, creo que algo más alto que antes. Seguro que eso era por la sordera.
Mientras enlazaba un hecho con otro, su vida en Moscú, el retiro a la cabaña de madera en los Kárpatos, la publicación del libro, el cambio, etc, su preciosa pipa de madera sujetada por su mano iba siguiendo sus gestos, aun no llegó a vevársela a la boca. La copa de cognac esperaba ser saboreada solo durante la parte más sabrosa de sus historias.
Mientras escuchaba, me vino a la cabeza uno de esos pensamientos fugaces y claros que conseguí reconocer. Al observarlo, me daba cuenta de que en esencia no cambiamos tanto. Las experiéncias que vivimos nos desarrollan a cada uno de una manera , pero en el fondo los hábitos, detalles o manías que nos forman nos suelen acompañar toda la vida. Me gustó reconocer las suyas y sentir su familiaridad. Esos treinta años con escaso contacto no lo habían convertido en un extraño.

Pau - Guillermo

Pau

La barba espesa, ya blanca, cuidadosamente recortada. Arrugas en la frente, marcas del tiempo, que no te preocupan. Las manos, fuertes como siempre, dejan entrever el paso de los años dedicados a cuidar el bosque.
Has dejado el tabaco, pero tu vaso de grapa te suele acompañar por las tardes.
Tienes más libros que nunca, has ampliado tus registros, aparte de poesía -esto es irreductible-, memorias, biografías de combatientes e historias de batallas navales, has incursionado en la novela negra y policíaca. Las pilas de libros se amontonan por todos los rincones de la casa. Sé que cada libro tuvo, o tiene aún, su tiempo y su lugar para tí.

Desde que te has anotado a un curso de botánica y jardines por Internet, hasta has puesto una planta en el baño, ese que tuviste olvidado algún tiempo.
El periódico continúa inseparable. Sigues la radio cada día, y frunces el ceño con lo que nos cuentan, lo que no quisiéramos escuchar, y lo peor de todo, lo que no podremos nunca solucionar. Balbuceas algo en voz baja, maldices si un joven no se pronuncia, si no hay un reclamo, si se defrauda una espera.

Tus tareas en la casa son perseverantes. Preparas el huerto cada primavera, podas el algarrobo de la terraza cada otoño, juntas la leña necesaria para el invierno. Das una o dos manos de cal viva al año a estos muros, que, de alguna manera, siempre han sido nuestros.

Una nieta de Miliki dió una camada de seis, se apoderaron de Can Ignasi, y ahora juegan a demostrar quién caza más lagartijas. Trastean en la cocina bajo tu benevolencia, pero conocen sus límites.

Has cambiado en todo este tiempo tan sólo el color de tu barba. La expresión de tu mirada es la misma. Sigues siendo ese muchacho risueño que conocí en un barco hace ya tantos años. La sinceridad nunca ha estado en disputa. Nuestra amistad, esa tela centelleante en el taller de los días.

Renacimiento - Silvia

RENACIMIENTO
El día de su renacimiento, Roberto entró en el baño a las seis de la mañana, como venía haciendo desde que comenzó a trabajar de camarero en el Ateneo, hacía ya quince años. Aquella mañana, sin embargo, Roberto continuaba en el baño a las diez, sentado sobre la taza del wáter en la misma postura que adoptó cuando entró en él. Llevaba tres horas observando un pelo, pegado en forma caprichosa, en la pared de la bañera. Un pelo feo, retorcido. Llevaba tres horas meditando acerca de aquel pelo, de lo sucio y asqueroso que era. Roberto era un hombre limpio. Más que limpio, pulcro. Cada día se duchaba y limpiaba en profundidad, su barba perfectamente afeitada, su cabello cortado con regularidad y bien peinado. Uñas cortas, siempre blancas, y vestido con elegancia y corrección. Aquel pelo simbolizaba toda la inmundicia existente. Era, sin duda, el germen de su desgracia, el culpable de que el día anterior le echaran del trabajo y de que no consiguiera jamás sentirse realmente limpio.
Tomó la espuma de afeitar y la maquinilla. Cambió la cuchilla y comenzó a untarse de espuma y a rasurarse, de arriba abajo. Comenzó por la cabeza, continuó por cejas, barba, pecho, axilas, brazos y manos, hombros y espalda, genitales, piernas y pies. Se miró al espejo y decidió quitarse las pestañas también, utilizando unas pinzas. Se sentía más ligero, pero no satisfecho. Todavía se encontraba sucio. Se dirigió a la cocina y cogió un estropajo metálico por estrenar, de los que utilizaba para dejar las ollas brillantes. De regreso al baño entró en la ducha. Utilizó el estropajo como esponja, frotando con fuerza para eliminar la suciedad de su cuerpo. Una y otra vez echaba gel en el estropajo y frotaba y frotaba hasta que se empezó a sentir mejor. Por fin conseguía limpiarse completamente. El agua en el desagüe era roja, su cuerpo un amasijo sanguinolento, su cara irreconocible. Pero se sentía bien.
Cuando salió de la ducha decidió no vestirse, esa ropa no estaba limpia. Abrió la puerta del baño y se encontró cara a cara con su esposa, que acababa de llegar. La mujer soltó un chillido de espanto y él la vio. La vio peluda, sucia, inmunda. Vio la casa, fuera del baño, sucia, horriblemente sucia y regresó de nuevo al baño. Decidió no volver a salir nunca más ni volver a hablar con ella, ni con nadie, seres sucios y asquerosos.
Sus parientes y amigos coincidieron en que ese 20 de abril fue el día de inicio de la locura de Roberto. Para Roberto ese fue el día de su renacimiento.

Diálogo - Silvia

Levantó la vista y contempló los ojos que le devolvían la mirada. Le parecieron unos ojos gastados, una mirada cansada, agotada. No recordaba haberse visto así jamás. Abrió el grifo, llenó de agua la cuenca que formaban sus manos y se lavó el rostro. Volvió a contemplar su reflejo. No le gustó. Esos ojos reflejaban derrota. Se sentía desamparada, rota, sola, débil y esos ojos no la ayudaban. Esa mirada no dejaba de reprocharle cosas, estaba agotada, pero seguía atacándola.
-No has sabido hacerlo mejor. No sirves para querer a nadie. Tienes lo que te mereces.
-¡No! ¡No puede ser! ¡No es así!
Una pequeña parte de ella se resistía a aceptar las acusaciones, pero otra parte, oscura y pesada, le había dado la espalda y le estiraba hacia abajo, enviándole mensajes a través de esos ojos clavados en el espejo. Le parecía todo una broma cruel del destino. ¿Cuándo empezó todo esto? ¿En qué momento estaba cayendo sin darme cuenta? ¿Quién se está riendo de mí? La sensación de vacío era insoportable. Nada importaba realmente, sólo esos ojos que no dejaban de atacarle.
-Todos estos años han sido una gran mentira…
-¡No! ¡No puede ser! ¡No es así!
Sus pequeñas fuerzas le estaban abandonando. Iba ganando terreno el sentimiento de derrota, la tristeza, la frustación.
-Vaya mierda, niña, vaya mierda todo… y ahora, ¿qué?
Sintió lástima, lástima de esa cara, lástima de los ojos tristes que la observaban. Se reconoció en esa lástima de sí misma, y esa fue la gota que colmó el vaso. Una llama, alimentada por la rabia, crecía, incontrolable.
-Ah, no. ¡Autocompasión sí que no! Ahora mismo vas a levantar la cabeza, vas a salir de este espejo y vas a dejar de mirar hacia atrás. Lávate la cara una vez más y sal al sol, al encuentro de los que te quieren. Refúgiate en su calor y no vuelvas a lamentarte. Podrás sentir muchas cosas, pero lástima no, no lo voy a permitir.
Obedeció automáticamente.
Mientras avanzaba en coche por el camino las lágrimas le acompañaban, pero también la esperanza. El espejo quedó atrás y, en él, el desaliento y su agonía.
Iba a vivir ésta vida, su vida.

Cuaderno de bitácora: sesión 44



5 de mayo de 2013, siete y media de la tarde, reunión en Can Pinyó. Asistimos a la sesión: Pau, Rocio, Jason, Romanie, Anahi, Guille, Silvia, Cristina y Antonio.


Ejercicio:  Esta vez tenemos un ejercicio de proyección, escribir un texto sobre cómo imaginamos a alguien del grupo, que nos había tocado por sorteo en la sesión anterior, en su edad anciana.

Lecturas compartidas:
  • Bartolomé Benassar: "El Galeote de Argel"
  • Javier Pérez Andujar: "Paseos con mi madre (Andanzas)"

La respuesta de una niña - Romanie-Cris

 (Romanie)
La respuesta de una niña de siete años a la pérdida de su abuelo querido me ha revuelto el tema del dolor emocional.
Ella no mostraba ningún dolor. Sus padres le preguntaron si no sentía pena por la pérdida y ella contestó que prefería no acordarse,(mientras pedaleaba su bici por el patio)si pensaba en él estaba triste, y sino, estaba bien. Decidió no pensar.
Creo que una de las cosas más difíciles de valorar es saber tratar óptimamente con el dolor emocional.
Quizás no exista una fórmula "correcta" que sirva para todas las personas ni situaciones, pero dentro de mí hay una parte (agotadora)que cree que encontraré esta respuesta.
Sin duda creo que es necesario expresar, compartir y reconocer el dolor propio, pero a la vez, otra, se cuestiona hasta qué punto es eso cierto y necesario.
¿Hasta qué punto y de qué manera es saludable estar en el estado del dolor?¿Hasta qué punto se vuelve neurótico? ¿Hasta qué punto podemos contar con el apoyo de los que nos rodean sin agotar su capacidad de escucha y paciencia?
En nuestra sociedad encuentro que no hay un buen lugar para el dolor, hay que ser resolutivos y proactivos, no hay tiempo para el duelo hasta que es demasiado tarde y hay fallos mecánicos.
Otra parte de mí valora la posibilidad de tratar ese dolor en privado, ¿Será contraproducente hacer eso? Quizás si uno no lo exterioriza, en alguna de sus formas, se pueda quedar dentro, atrapado, pudriéndose hasta crearnos un sabor amargo en la boca que condicione todo aquello que probemos desde entonces?
Quizás pretendo estar preparada para algo al que uno nunca se puede anticipar, viene como viene...y en ese momento se trata con esa realidad.
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(Cristina)
Aceptar que estamos de paso, que la vida que nos ha sido otorgada no se malgaste ni un minuto. Que el tiempo que pasemos con nuestros seres queridos sea vivido plenamente como si fuera el último día. Recordar y grabar en la memoria pequeños momentos, que llegado el día, serán de gran ayuda. Su abrazo silencioso e inesperado, pero tan necesario en un momento dado. Esa caricia tan oportuna. Esa mirada cómplice que lo dice todo sin palabras. Esa palabra justa que alegra tu día. Esa risa compartida. Son todas  esas pequeñas cosas que hacen que la vida tenga significado.

El dolor emocional nos acompaña desde nuestro nacimiento, como el amor,como la muerte y tarde o temprano tendremos que enfrentarnos a el, pero si somos capaces de minimizarlo recordando todo lo bueno que nos rodea , no tendremos miedo del dolor. El tiene que estar presente por que forma parte de la vida y nosotros tenemos las herramientas para esquivar los golpes, tan sólo hay que recordar.

GUILLES BIRTHDAY.... - Romanie

Nos encontramos un día en Ibiza. Un sábado por la mañana, de compras de mercado. Yo iba programada, como es habitual, para realizar una larga lista de compras y recados en un tiempo récord. Nos encontramos en la cola de la pescadería. Intercambiamos las últimas notícias mientras esperábamos nuestro correspondiente turno. A mí me tocaba antes que a él. Su hablar era tranquílo, pausado y el contenido de sus palabras, lleno de detalles. En cambio mis explicaciones eran breves y superficiales. Me preguntó si quería ir a tomar un café con él ahora. Le dije que ahora no podía, que tenía que hacer muchas cosas en poco tiempo. Me despedí con aires de prisa y seguí mi camino.
Me paré en el puesto del té. Solo había una mujer antes que yo y pensé que sería rápido. Esperé. Hablaban de hierbas digestivas, luego para la tensión...esperé un poco más. Noté cómo me impacientába a cada pregunta que le hacía. Así, me dí cuenta de mi absurda prisa. Decidí relajarme. Para ello recurrí al recuerdo fresco del encuentro con Guille. Esa energía pausada, estar presente y no más allá con las prisas. Justo en ese momento nos volvimos a encontrar en el mercado.Le dije que había pensado mejor y que sí que me apetecía ir a tomar un té. Maestro! Enséñame el truco para no tener prisa!
Las amistades son maestros. Cada amigo o amiga me enseña algo con su amistad. Guille me enseña paciencia, presencia y curiosidad por lo desconocido. Gracias Guille!


‘Rivers and Tides’ - Guillermo


Solo el frío permite al hielo
Ser hielo y esconderse
Bajo el manto de la noche
Sólo el sol libera
A la gota
Y la piedra la deja rodar
Por los torrentes
Millones de gotas forman los ríos
Y arrastran la madera
En su libre
Y contínuo fluir
La madera descansará sobre la arena
Hasta que el mar lo permita
Hasta que el viento y sus hojas
La cubran

Ví a la Gran Serpiente de hielo
Brillando bajo la luz

Ví a la Gran Serpiente de piedra
Atravesando los ríos

La Gran Serpiente Verde
Bailando
Corriente
Abajo

Un edificio gris - Guillermo


Un edificio gris, achaparrado, de sólo treinta y cuatro plantas

El único sobreviviente hasta el momento de la gran expansión urbanístico-financiera de la ciudad. El crecimiento metropolitano se ha visto multiplicado en el pasado siglo casi en veinte veces. Ni el ritmo de la urbanización, tres veces menor, ni el crecimiento demográfico, seis veces más lento, pueden acompañar estas cifras. La Metrópolis se ha extendido sin control por el mundo entero. Nos hemos propuesto cambiar el orden tradicional de las ciudades. Algo que considerábamos ruidoso, sucio, caótico, lo transformamos en un nuevo orden homogéneo y disciplinado. Hemos cambiado el viejo automóvil por naves a propulsión nuclear. Dejamos atrás la era del petróleo, para pasar a la construcción de nuevas plantas de energías propulsoras, pero no sabemos todavía a ciencia cierta el impacto ambiental que esto conlleva.
Este nuevo territorio alterado y artificializado está repleto de lo que algunos han denominado el NoLugar, es decir: centros comerciales, gasolineras, aeropuertos, espacios urbanos sin identidad. Un nuevo territorio donde impera LoUrbano, pero que es la NoCiudad. Donde predomina el anonimato y la incomunicación.
Mañana derriban al Achaparrado. Pondrán otro Banco.

Recuerdo de la Navidad - Guillermo

Recuerdo bien ese día. Me hicieron un poco menos niño. La hora señalada pasaba ante mis ojos como una estrella fugaz. Escribí con afán las cartas en busca de los pequeños tesoros que me aguardarían en el escondite de los sueños. La sed de los camellos,
el intrigante hueco de la chimenea, el árbol y su pesebre brillando como si fuera el último día. Llegué a confesarle a mi padre que algún día sería carpintero. No sentía predilección sobre un rey mago en particular, aunque admito que dirigía mis escritos a Baltasar, tal vez por su áurea de exotismo y cara de bondad. No exageraba en mis pedidos, pero recibía en abundancia, como si la alegría de un niño se pudiera saciar por la cantidad, como si, de algún modo, la inocencia perdida tuviera un precio.
Y llegó la mala noticia. Recuerdo bien ese día: de cuclillas frente a la chimenea y con un puñado de alfalfa entre mis manos.
       

Libre sobre el día Entrevistas - Guillermo





Un té, una grabadora, el silencio seguido de algunas respuestas,
la compañera que conozco un poco más.

Viajar es como tocar el violín, nos dejamos llevar a través
de la melodía de las ciudades,
la compañera que tendremos un poco menos.

el baño - Romanie

Es una habitación sin paredes, techo ni puerta. Es un espacio vacío entre hojas de higochumbo. Hay que agachar la cabeza un poco. La entrada la marcan unas baldosas de terracota mallorquina que entran entre dos pantallas de sabina y cañizo, a las que trepa una enredadera de jazmín en flor de fuerte aroma. Esta habitación sí que tiene suelo. Son dos palets con mosquitera entre madera y madera. En el centro hay un marco de ventana, también con red de mosquitera, de la que sale una cuerda que se alza sobre un codo del higochumbo que tenemos sobre la cabeza. Al final de esta cuerda hay un pompón de seda.
Hay un olor extraño y espeso. Algo entre empalagoso jazmín y seca cal viva. Las instrucciónes de uso son evidentes:
* Tirar del pompón, y ver cómo se abre la trampilla dejando ver una profundidad oscura de fondo encalado.
* Apoyar ambos pies a los lados de esta apertura y sentarse de cuclillas con los pantalones y ropa interio anteriomente bajada hasta las rodillas
* El cuerpo es naturaleza y en ese momento actúa solo.

Una vez que uno se siente liberado, solo queda un edor incómodo. Para ello a nuestra derecha encontramos un cubito de plástico azul lleno de cal viva y una pala. Uno recore una palada y la tida por el agujero tapando lo recién liberado.
También a nuestra derecha encontramos un rollo de papel de water colgado de otra rama, Esta ahora nos sirve para higienizarnos.
Una vez limpios, volvemos a abrocharnos la ropa y salimos de esta habitación sin paredes, techo ni puerta, siguiendo las baldositas de terracota hasta el jardín de una gran cas payesa de piedra viva.
En 1989 este lugar fue sustituido por un cubículo con techo, paredes, puerta y suelos blacos. Completamnte embaldosado. Un retrete blanco. Impresonal, uno como el que hay en todas las casas modernas del mundo, donde uno ya no vé nada ni forma parte del ciclo natural de la tierra.

Sentada en el suelo del baño - Anahi


Sentada en el suelo del baño casi tiritando. Llevaban tantos meses intentándolo, sin querer al principio. Inés dejo de pensar en cuando ovulaba y luego el primer día de retrazo, mas que angustia le generaba casi placer. Gustavo miraba niños ajenos y deseaba en silencio la intima sensación de ver crecer a su hijo, un año más tarde él lo dijo claro.
Hace tiempo que siento el deseo  de ser padre, se que no lo hemos hablado en profundidad, pero creo  que a medida que transcurren los años y veo tanta miseria y tristeza, los niños son los  que me devuelven la sonrisa y la ilusión, creo que no todo esta perdido y sé que  es lo más noble que puedo y quiero hacer. ¿qué piensas?
Claro que si!! respondió ella sin pensarlo. Comenzando la dulce tortura de prepararlo todo. Informarse fue lo de menos, a un golpe de clic, horas de información desde la gestación, hasta que tenían que invitar a la criatura de 27 años a que se fuera de casa. Prefirieron no contar nada hasta tener las cosas mas encaminadas. Los primeros 5 meses fueron divertidos y estimulantes, pero a partir del sexto empezaron a preguntarse que hacían mal. Involucraron por segunda vez a los médicos. análisis y más análisis traían  con si, una fina nube de inquietudes y auto reproches. Todo estaba relativamente bien, aparte de no ser ya tan jóvenes no existía un verdadero problema. Recordó que el estrés era un inconveniente y se apuntó a la moda de la meditación, que la ayudo con algunas manías pero de bebé nada de nada.
 El método sinsotérmico les llevo a odiar el termómetro. Se hicieron expertos en mucosidades. Sexo, piernas en alto media hora, cojines en las cadera para facilitar el trabajo de la naturaleza. Más meditación. Aceite de onagra, vitamina c, ácido fólico, tres raciones de calcio al día, para ella y zanahorias y productos de soja para él. El tabaco fue fácil de dejar, el alcohol fue otro problema.
Uno nunca sabe cuanto desea algo hasta que la vida parece negártelo. Ellos se querían mas allá de todo esto, se conformaron pensando que aunque no tuvieran a su bebe, al menos estaban ganando una vida mas sana y dejaron de intentarlo. Inés calló en una pequeña depresión y Gustavo la llevo aun viejo y regordete maestro de acupuntura que gozaba de muy buena fama para superar la tristeza. Los siguientes 2 meses se pasaron volando. Hasta que regresaron las sonrisas.

Otra noche sin dormir, esta vez era miedo lo que la tenía paralizada. Ya no podía soportar mas caras largas, silencios incómodos, miradas abatidas, hacia tiempo que ese cuarto, el cuarto de baño era el más importante de la casa. Allí se cocían los sentimientos mas profundos, y las largas tardes de llantos silenciosos. Cuanta frustraciones se encontraban escondidas en el espejo, cubiertas con correctores delineados y mascara de pestañas. Gustavo abrió la puerta y la encontró allí, tiritando  y llorando en el suelo, con una prueba de embarazo positiva a los pies y otra aun metida en la taza de flores descascara y múltiplemente reparada con los años. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. No supo cuanto tiempo lo mantuvo clavado en el suelo, tal vez 7 segundos donde todas las imágenes  y emociones desbocadas de los últimos 2 años se le arremolinaban en la mente y el pecho. Se acerco a la estantería y con mano firme cogió la prueba de embarazo que en letras rosas decía, 6,7 semanas.

Domingo 21 de abril del 2013… 7.46 hs de la mañana en el cuarto de baño.


El baño - Antonio

Me despierto sobresaltado, y siento un pinchazo terrible en las cervicales. Entre la desorientación repentina y el dolor agudo en el cuello, me quedo paralizado apenas intento levantar la cabeza. Sólo acierto a echarme la mano izquierda a la nuca. Al sentir la temperatura fresca de la palma de la mano sobre la nuca, consigo aliviar el nido de agujas que siento. Es un alivio mínimo, breve, pero me parece un triunfo. Dura lo suficiente para darme cuenta que tengo las piernas dormidas. Los párpados que hasta ahora apretaban fuerte, como intentando despistar al dolor, se abren despacio y parpadean cuatro o cinco veces, tan desorientados como yo, pero más autónomos. Mis ojos van enfocando a cada parpadeo, primero venciendo la telilla borrosa de un sueño profundo, y después adaptando su pericia a las condiciones de luz, escasa y mortecina del entorno. Estoy sentado y tengo los pantalones y los calzoncillos bajados hasta los tobillos. No es la imagen que esperaba al despertar.
Estoy aún tan aturdido que no soy capaz de reaccionar. Mi cerebro intenta hacer una evaluación de daños y buscar en algún rincón de la memoria qué coño hago aquí, en el cubículo de este baño de un metro cuadrado de azulejos azules, con una puerta llena de frases estúpidas que inevitablemente acabas leyendo. La primera que veo es “Aquí estuvo y triunfo Joshua”. Pienso en un profesor que tuve en el colegio que decía que el nombre de los idiotas está escrito en todas las puertas.
Acierto a mirar el reloj, son las tres y cuarto de la madrugada. Joder. Empiezo a recordar luces intermitentes y el sonido monótono de un motor. Un autobús, un viaje en autobús, hay mucha más gente, casi todos dormidos. Yo no puedo, no consigo conciliar el sueño, me siento incómodo, llevo diez horas de viaje, y aún quedan otras tantas. Atravesar el país tiene estos inconvenientes. Me duele el estómago, puta comida enchilada del puesto de carretera. Me siento agotado, pero no me puedo relajar.  ¿Cuándo pararemos?
Mierda, ahora no me puedo mover, las piernas tardan aún más que yo en despertar, intento moverlas y apenas responden al estímulo. Ni siquiera ha comenzado todavía el incómodo cosquilleo previo  a recuperar la movilidad. Ha pasado apenas medio minuto desde que desperté y ya recuerdo las luces de las estación de servicio en la que paró el conductor. Sólo iba a repostar. Me dijo que podía ir al baño, que en quince minutos nos íbamos. Eso sería sobre las dos y media, hace casi una hora. Joder. Quiero pensar que estoy en un sueño, esos apelmazados que parecen perseguirte como la realidad hasta rato después de haber despertado. Pero cuanto más en orden se va poniendo mi cabeza y mi cuerpo, más lejos estoy de ese sueño y más cerca de esta pesadilla.
Mis cosas, joder, mis cosas. Está todo en el autobús. ¿A lo mejor me han esperado? Joder. Aún no me puedo mover. La linealidad de mi pensamiento rescata el momento en que tras aliviar mi vientre, caí en un sopor que permití por unos segundos, hasta caer en un profundo sueño, del que ahora intento salvarme.
Me convenzo de que ya estoy solo, que no han esperado, que ahora empieza otra odisea odiosa, que no sé ni en que punto del país está esta estación, que no tengo la documentación, que mi mochila va en la bodega del autobús, que estás putas piernas tardan más de la cuenta en reaccionar.  Para cuando consigo volver totalmente a mi ser y escapar de esta especie de jaula azul, me doy cuenta de que además, no queda papel. Joder.