lunes, 5 de diciembre de 2011

La lata - Antonio


LA LATA
Nací en el minuto dos con cuarenta y tres segundos tras la gran explosión.
Ahí empezó el viaje que me trajo aquí, disperso y repartido. He conocido desde el centro incandescente a las entrañas oscuras de la última grieta de tu mundo. He pasado mucho tiempo en la oscuridad. Mucho. No creo que tengas una posibilidad de entenderlo. ¿Sabes lo más sorprendente en esos lugares? El ruido de las tripas de la tierra, el crujido permanente y lento.
He vivido aquí desde el principio de todo. He sobrevivido expandiéndome y mezclándome, olvidándome de intentar sobrevivir solo, por encima del resto. Gracias a eso he visto lugares dónde nunca llegarán ya tus ojos desnudos. He sentido el grito de apareamiento de la primera ave, he asistido agazapado a la noche más larga de este mundo, al frío de la glaciación, al primer paso erguido de tu especie.
También he sufrido, no creas. He vivido el dolor del calor intenso hasta fundirme rendido, de ser aplastado a golpes y desmembrado. He aprendido que el dolor era un paso más, inevitable en el cambio. Sí utilizo tu lenguaje egoísta diría que me he reencarnado muchas veces. En realidad prefiero pensar que he sabido dejarme llevar.
Pero no sé para qué te cuento esto, a ti, humano, que piensas que sólo soy una lata, de vivos colores. Que no entiendes que mi forma actual es sólo un accidente. Que me miras sin ver que yo siempre he estado, y que seguiré aquí cuando ni tú ni los tuyos estéis.
Me aplastarás tras el último sorbo y me darás otra vida. Bajo tu peso te sobreviviré. Al fin y al cabo sólo soy aluminio. Al fin y al cabo sólo soy el tercer elemento más común de la corteza terrestre.

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