jueves, 29 de marzo de 2012

Cuaderno de bitácora: sesión 13


18 de septiembre de 2011, seis de la tarde, nos reunimos en Can Ignasi. Asistimos Pau, Rocío, Romanie, Jason, Marcela y Antonio.

Ejercicio: Describir una música, o desarrollar aquello a lo que te lleva una música determinada. Todos traemos la música sobre la que escribimos y la escuchamos en grupo antes de leer el texto.

Músicas compartidas:
  • Huski Rescue: "Sleep tight tiger"
  • Rene Aubry: "La grande cascade"
  • Ruper Ordorika: "Zazpigarrenean"
  • Luarna Lubre: "Tu gitana"
  • Avishai Cohen Trio: " Gently ever evolving etude"
  • Esbjorn Svensson Trio: "Elevation of love"

viernes, 6 de enero de 2012

Atentado de formalidad - Diana C


Atentado de formalidad


Discúlpame
no entiendo tu lenguaje

Me hablas del funcionamiento
del pleno y sus sesiones
de su periodicidad preestablecida
de Reales Decretos
barra número artículo ley
trescientos veinticinco
año mil novecientos ochenta y siete
y yo, que no te entiendo
me escapo a la luz de la ventana
al sol que está ahí fuera
inundando las calles de vida
a la alegría morena de los turistas
a las flores que andan
estallando y exultando
casi insultantes de presencia
- bofetadas para aquellos estados de grisura
declamando la poesía sin palabras
exponiendo la belleza en todas partes
- una sentencia vital, irrevocable

Yo, que no te entiendo,
te tengo que entender para el pan
para el trabajo
para pagar esas facturas hinchadas
ladronas
que alguien me ha engañado
-      me he dejado engañar -
para pagar en plazos mensuales, trimestrales
lo que es regalado a borbotones
-      la luz, el agua -
por toda la existencia

Y así, para comprarme la vida que ya tengo
me siento y estudio tus lecciones
tu división de la realidad
-      toda una, todo,
la misma cosa
en consejos, comisiones, y juntas de gobierno
y tengo que creer en tus palabras-laberinto
así, de un modo directo, gratuito
como se acata un dogma

Y para comprarme la vida
que ya tengo
que desde que nací, desnuda,
llevo conmigo
tengo que sentarme y dividirme yo también
el corazón y la cabeza y cargarla
a ésta última
de conceptos vacíos
convertirla en ignorante de la existencia.

Así, añado a este, mi decreto real
los estimados señores
y los sin otro particular
los atentamente
los ilustrisimos y excelentisimos
y los suelto todos, así de golpe
en un atentado de formalidad
que tiña las calles de mentira
que pueble las esquinas de falsedad
que todo el mundo se hable
como campanas huecas
solo para hacer ruido.
Y entonces, acabadas y obsoletas
las palabras vacías,
agotado su recurso
podrán salir a la calle las verdades
en los rostros y los pechos
en silencio
o con palabras florecidas
los humanos se regalarán
la cualidad de la transparencia
- certezas a bocajarro
perpetrando un acto de valentía definitivo 

Estrella Fugaces - Antonio

ESTRELLAS FUGACES


En el valle los órdenes se invierten,
la cúpula celeste se refleja, 
a su manera y en su relativo relieve, 
en la forma que te acuna en tierra. 
En noches borrosas, nubladas, de luna efímera, 
las luces de las casas a lo lejos, o a lo cerca, 
asemejan, quiero pensar, estrellas caídas. 
El cielo hoy se encuentra a mis pies. 
Bajo los ojos, veo estrellas 
que a medida que pasa la noche se van apagando, 
pero no me da miedo 
porque sé que mañana las iluminará el sol. 
Incluso pienso en la  simetría del mundo 
e imagino que del otro lado del Valle 
alguien mira la estrella que estoy a punto de apagar...
Hasta mañana.

Agosto - Pau

Calma de una hora
que hierve en la caldera,
resplandecen higueras y parras,
amarillean albaricoques,
mejillas de manzanas.
Las cigarras sierran el misticismo del campo,
el laurel respira hondo sobre la alberca,
frutos y ramas celebran el extraño rito de la luz.
Una casa de cascaja, sueño de conejos,
hojas de aguja de un pino solitario,
y mucho tráfico de avistas en la terraza.
Jerga de perdices y tórtolas,
huéspedes en la alacena del verano
Silba el mirlo a plena luz
!Qué juventud en júbilo de pájaros
y cómo florecen aquellas islas ue había que salvar!
Qué primavera humana
entró en el huerto claro
pero no florecia.
En la mina del alma
los cubos suben negros de pena
Sobre las trébedes del cielo,
se calienta el caldo de una olla preciosa,
el tímido paseo celeste de una abubilla,
nubes navegan.
El pequeño monstruo cobarde,
se encierra en la sobreada alcoba estival
aspirando la fiebre de una canturia
Por la gloria del fuego veraniego,
transmigra un perfume de veranos pasados,
anís del recuerdo.
Los rosales protegen el sumergido bostezo del pozo
los grillos cavan un hoyo en el silencio.
Así es mi tierra: azul el aire en torno a la encina
y los astros que se apagan encima de la palmera
Bebo licores amargos
!Cosecho poemas!
Nada atiende a nuestro paso por el mundo,
radiante constelación del silencio.
La luz en las bodas de la mañana
no sabe de la dulzura en ojos condenados
Audaces sueños del paraíso
horadan este hechiado instante.
El alma atesora silencio.

Cuaderno de bitácora: sesión 12


21 de agosto de 2011, ocho de la tarde, nos reunimos en casa de Romanie y Jason. Asistimos Iván, Pau, Rocío, Romanie, Jason, Guillermo y Antonio.
Comenzamos las reuniones con carácter mensual. Se incorpora al grupo Guillermo.
Hemos desechado por el instante continuar con el personaje, y regresar a los ejercicios propuestos por el grupo de sesión en sesión.

Ejercicio: Hemos escrito un poema.



Lecturas compartidas:
  • Fernando Sánchez Dragó: Las armas y las letras
  • Laurence C. Smith: El mundo en 2050
  • Erich Scheurmann: Los Papalagi
  • Miguel Mena: Piedad

Tobías Coll 6 - Antonio


6

A las once y media, Nacho y Lola acababan de colocar todos los contenedores en el palé con el qué los llevarían hasta el ascensor, y de ahí al parking para cargarlos en la furgoneta de Ernesto. Tobías seguía sentado mirando a través de la ventana. En su horizonte, Formentera, destino final de toda la comida que acababan de preparar no parecía estar más cerca, al contrario, la luz arrasadora del mediodía alejaba la silueta.
Escuchó llegar a Ernesto y su breve conversación con Nacho. Todo parecía bajo control. Esta vez su trabajo acababa una vez que los contenedores se entregasen en el puerto de La Savina. Sabía que Ernesto era tremendamente meticuloso con las instrucciones que recibía para que la parte del servicio fuese acorde con la parte de la comida elaborada, ese había sido siempre el trato, Tobías la comida, Ernesto el transporte y el servicio. Pero esta vez Ernesto tan sólo transmitiría esas instrucciones a otra persona, un desconocido, alguien a quién Tobías no había visto jamás y con quién Ernesto tan sólo había hablado una vez por teléfono. Sabía que no era tan importante, y aún así se daba cuenta que era la primera vez en que perdía el lazo que le sostenía al proyecto de esta empresa, trabajar con Ernesto y poder controlar ambos todo el proceso, la intimidad de su pequeña empresa familiar. Una tontería, el detalle preciso del frágil hilo sobre el que se sostenía a diario.
Ernesto se sentó al otro lado de la mesa. Miró hacia dónde se dirigía la mirada de Tobías. Esa imagen difuminada en tanta luz de agosto les unió. Ernesto se giró y se dirigió a Tobías.
-Da igual lo que tú y yo nos preocupemos, ese tipo con el que hablé, el encargado de todo, la va a cagar igual. A partir de ahora es algo suyo, y cómo tal se lo va a tomar. A partir de ahora cualquier cosa que salga mal será culpa nuestra, porque él así lo va a creer y porque no hay nada que tu y yo podamos hacer. Así que hermano, relájate y disfruta del resto del día.
Tobías siguió en silencio, esbozando una breve sonrisa que tuvo que sacar del fondo del alma y que le hubiese gustado estirar más de los tres segundos que realmente duró. La lucha interior entre lo que es complicado y lo que es complejo, era una dinámica que tendía hacia lo primero. Ernesto lo sabía y nunca añadía ni un solo plomo al traje con el que Tobías buceaba entre esas dudas.
-¿Sabes? Lo único que se me ocurre que podamos hacer, en realidad, es que sigas aquí, mirando hacia allá hasta que yo llegue, le entregue el material al “encargado de todo”, y cuando me siente en la terraza de la estación marítima, me pida otro vino blanco y brindemos.
Tobías logró aguantar una sonrisa de cuatro segundos y supo que aún había esperanzas de ganarle al día.
-Estoy de acuerdo.
Nacho entró y le dijo a Ernesto que todo estaba listo abajo. Ernesto se levantó y antes de marcharse se volvió de nuevo hacia Tobías.
-¿No te pensará quedar aquí todo el día?
-No sé que tendría de malo. Sabes de más que la única razón por la que no tengo una cama aquí es porque tú no me dejas – Tobías a medida que pronuncia la frase va disipando un sutil tono de reproche hasta llegar a un tono irónico. Deja el horizonte y lo vuelve a mirar en los ojos de Ernesto - ¿Comemos juntos?

Tobias Coll 5 - Antonio

 5

Los seis fogones de la cocina industrial estaban en marcha. Junto a Tobías había otras cuatro personas, uno cerca del fuego junto a él, y tres más preparando cuidadosamente la logistica necesaria para transportar en menos de una hora toda la comida del cátering. Hasta hacía un instante el ritmo de trabajo de las últimas seis horas había sido frenético. Ahora las ollas reposaban a fuego lento sobre la cocina, y el ritmo general se había adecuado a esa intensidad regular y suave. Era la primera vez que se enfrentaban a un cátering para doscientas personas.
Nacho, su pinche en los fogones le puso una mano en el hombro izquierdo dirigiéndose a él.
-Yo me ocupo de lo que queda, no te preocupes. Los chicos ya se van, y Lola se acaba de encargar de sellar los contenedores de la comida caliente.
-Gracias. Me quedaré esperando a Ernesto de todas formas, quiero que queden claras las últimas instrucciones.
-Controlador - Nacho sonreía mientras pronunciaba las palabras y empujaba con el cuerpo a Tobías - Anda lárgate de aquí.
Tobías se alejó sacándose el gorro y mirando al horizonte de mar que se veía desde las cristaleras frente a la cocina. Mientras se servía una copa de vino blanco casi helado, se alegraba de haber elegido el sexto piso de ese edificio de oficinas para poder instalar la cocina del cátering y poder disfrutar de esa vista del puerto, Dalt Vila  y el mar. Se aproximó a los ventanales y observó la vida que había alrededor de la estación marítima. Eran casi las once de la mañana y el sol se hacía fuerte.

Rodolfo Longares 4 - Pau

    En torno suyo, no habían pasado desapercibidos los cambios que había experimentado su carácter.
    Se había vuelto irascible, taciturno y ensimismado, y los repetidos intentos de sus seres queridos por desentrañar el motivo de su cambio no daban frutos.
    En el trabajo, algunos colegas habían comprobado la nueva aspereza de  Rodolfo a base de encendidas reprimendas por nimiedades. A sus hijos, pese a su corta edad, les costaba reconocer al padre cariñoso y atento, siempre dispuesto al juego y a la broma que había sido hasta hace apenas unas semanas.
    Rodolfo rehuía el contacto con sus hijos porque se sentía indigno de ellos, tan inocentes.
    Sólo había una persona a quién se planteaba abrir su alma atormentada, su mejor amigo, Jacinto Benavides, la persona que mejor le conocía y en quien más confiaba. Pero una y otra vez desechaba la temida confidencia.
    -Un día de estos te lo contaré-, le decía cuando la intimidad propiciaba el encuentro entre los dos amigos.
    En tanto, Rodolfo no dejaba de pensar en la muerte y en poner fin al atroz crepitar de su conciencia.
    Así como de una amarga pesadilla uno despierta a la apacible realidad, él había abandonado su cómoda realidad soñada para chapotear en una pesadilla fangosa.

Blue Light 4 - Romanie

EN SIBERIA, extractos del diario de Blue Light.
“Si fuera por Alexei no estaría yo aquí”, este fue una de las primeras cosas que le vino a la cabeza cuando apenas hacía veinte minutos que el helicóptero había partido, dejándola allí en un lugar extraño. “Este lugar aparenta ser hostil, pero siento mucho contraste entre el paisaje frío y las expresiones cálidas de las personas que me rodean con curiosidad”.  “Me invade una rápida cascada de pensamientos, relacionando, comparando, contrastando, en un intento urgente de comprender mi situación. Siento fascinación y al mismo tiempo también siento temor. Creo que es ese temor el que acelera un análisis casi sinsentido de mi presente…paisaje vacío en blanco, caras cálidas y amigables, soledad y compañía, ¿Dónde estoy?-Estoy en el lugar perfecto….agotada, me siento abrumada por la intensidad de las impresiones en mi llegada. El helicóptero se iba y me sentía insegura ante el reto que suponía estar aquí, hasta ahora me lo había imaginado y esto es la realidad…uff, que diferente! Otra parte de mi siente poder y estimulación ante esta situación…al fin y al cabo, ¿no es esta la realidad diaria de los Nenets? Si ellos pueden, yo ahora, seré uno más…eso espero.”
“…Han pasado 3 días desde que llegué a la zona de Nori, los pastos de invierno, hemos estado dos días de trayectoria hacia el norte en busca de los prados de verano. El poco ruso que domino junto con el fuerte acento que ellos tienen me dificulta la comunicación, pero entre señales y gestos nos apañamos para el resto. Quisiera haber escrito más en mi diario, pero la verdad es que la supervivencia aquí es exigente y el dia se consume en taeas imprescindibles. Me vienen imágenes de la vida diaria en casa, en los Pirineos… deseo esa comodidad aburrida de la que escapaba hace tan solo dos semanas. Estoy agotada. No sé si aguanto este ritmo mucho más. Me siento atrapada. Ahora no tengo vuelta atrás. El helicóptero no viene hasta dentro de tres semanas.”
“…han pasado cuatro días desde que escribí la última vez. Hemos pasado algún día reposados en el bosque para reparar trineos y para que los renos se alimenten. Ya me siento mejor. Estoy disfrutando de la compañía y del lugar. Ya no me siento tan extremadamente cansada. Me encuentro útil y la experiencia me está haciendo sentir fuerte.”
“…han pasado dos semanas desde que escribí la última vez. No he tenido tiempo para escribir y ahora incluso lo hago porque me he obligado. Aquí no me apetece, me resulta absurdo. Hoy lo hago como experimento porque también me resulta una pena no reflejar por escrito algunas experiencias tan únicas. El otro día…  (trozo que he extraído para compartir en otra ocasión)…cuando hay pocos elementos en un paisaje puedo sospechar que son pocos los elementos que forman la vida ordinaria. No se desaprovecha absolutamente nada. Todo, absolutamente todo, tiene su razón de ser. Esto es algo que me impresiona y me conmueve. Esto es salud. No hay contradicción, es un ciclo sin defecto. La mente está tranquila, no pierde energía dudando, es extraño y fascinante.”
“…faltan dos días para que me venga a recoger el helicóptero. Una parte de mí tiene muchísimas ganas de irse y volver a la “vida normal”  y otra parte de mí no quiere que acabe este sueño. Recuerdo.”
Blue Light releía estos y otros apuntes en su diario y reconoció que algo había dado un vuelco en ella. Allí tenía las claves para otro Ensayo: la existencia sin basura, ni física ni mental.Su reto ahora consistiría en que este estudio se pueda aplicar al mundo occidental. Desde luego que un reto!

miércoles, 4 de enero de 2012

Paco Azcoitia 4 - Iván

LA LAPIDA

Una máxima de Moliere tallada en mármol:

   “La muerte es el remedio de todos los males;
                                       Pero no debemos echar mano de este hasta última hora”.


EL PERSONAJE PASA A SER PACO

   Pocos números hay tan cabrones como el 1977, recuerdo ese año por varios motivos, me he cuidado mucho de torear la tristeza con capote de parodia, desprecio al triste casi tanto como al peor de mis tres, pero en esos interminables meses me caló en el alma la pena.
El año anterior había rescindido mi contrato con el Sabadell y encajé como pude la prematura jubilación de gladiador mediático; Me sobraba tiempo para pensar y pensé en lo jodido que estaba el viejo, en su relación con la morfina, en umbrales de dolor y en la monocromía apagada de lo eminente.    
El día en el que los paseantes de la concha, vieron por primera vez, “El peine del viento”, moría mi padre, aquello fue un 16 de septiembre.

CHILLIDA

    “Mi escultura el peine del viento es la solución a una ecuación que en lugar de números tiene elementos: el mar, el viento, los acantilados, el horizonte y la luz. Las formas de acero se mezclan con las fuerzas y los aspectos de la naturaleza, dialogan con ellos; son preguntas y afirmaciones. Quizás están ahí para simbolizar a los vascos y su país, situado entre dos extremos, el punto en el que acaban los Pirineos y empieza el océano”.

Tobias Coll 4 - Antonio


4
No hubo foto familiar el día que enterraron a Catalina Louise Campistrou. Tampoco hubo sol, ni lágrimas. Las nubes de otoño cubrían un viento del oeste que sopló durante todo el funeral, limpiando la carga de los meses anteriores, en que Catalina se había ido apagando latido a latido. Desde principios de verano su enfermedad cardíaca había centrado a su escasa familia alrededor de ella. Sus hijos, Tobías y Ernesto, sus nietas Magali y Eva, y su, por dos veces, nuera, Erika, parecían aliviados al cesar el sufrimiento de la menuda mujer fuerte que siempre habían conocido.
En su vida la mayor parte de las cosas importantes habían ido de dos en dos. Dos nacionalidades, dos maridos, dos veces viuda, dos hijos, dos nietas. Y ahora yacía entre los dos nichos de quiénes fueron sus maridos. Su lápida, austera, tan sólo ponía: “Catalina Louise Campistrou: Catania 1910 – Eivissa 2002”.
Tras el funeral, Ernesto acompañó a Tobías a su pequeño apartamento, al pie de la calle Al Sabini. Juntos brindaron en el amplio balcón frente al Mediterráneo y Formentera, con la última botella de lemonchelo macerada por su madre, hacía ya más de una década, y que ambos habían guardado celosamente para este momento.
- Por mamá, por su secreto para guardar la esencia siempre.
- Salud. Te quiero Ernesto.
- Y yo a ti, hermano.
Beben de un trago, se funden en un abrazo que arranca las primeras lágrimas
del día. Son unas lágrimas saladas como el mar que tienen enfrente, densas, guardadas durante muchos años, obligadas a desaparecer durante los últimos meses, y ahora, liberadas en el único lugar en el que tienen sentido, en su abrazo.
Una segunda copa calma el llanto y trae el silencio. La tercera, ya a tragos cortos, devuelve la palabra.
- Ernesto, creo que ahora ya me puedo ir.
- Lo entiendo… - deja la frase colgada, mirando a Tobías a los ojos – Lo entiendo, pero me da miedo.
- No te preocupes, no hay nada más que tú puedas hacer. Estoy bien, no te preocupes, pero creo que ahora es el momento.
Ernesto sigue mirándole, sabe que Tobías tiene razón y sabe además que
ese pequeño demonio que ha vivido dentro de él no puede ser siempre amaestrado. Lo sabe, no quiere cambiarlo, pero necesita también su tiempo para asimilar que aquello inevitable se acerca.
-¿Por qué no esperas unos meses? Arreglamos todos los líos que va a haber ahora con los papeles, las propiedades y demás, y luego nos vamos un par de semanas los dos por ahí… - Ernesto continúa durante un rato, buscando las mil y una excusas para retenerlo.
Tobías le escucha con la confianza ciega que siempre ha tenido en él. Carga de nuevo las copas, y cuando Ernesto acaba, propone otro brindis.
- Por el hijo de puta de mi padre, para que arda en el infierno.
- Por el hijo de puta de mi padre, que me dejó solo para que me criara el hijo de puta de tu padre.
Chocan las copas y comienzan a reír. Siguen creyendo que el mundo son un
montón de cuerdas sueltas, y ellos han logrado hacer un nudo.

Coral 3 - Diana C

Faltaban tres semanas para el examen final del primer nivel. Desde lo de mi tío, había estado tan ausente en clase que había perdido mucho vocabulario y gramática. En este idioma no había apuntes para repasar en casa. No podía hacerlo solo y Coral se ofreció a ayudarme.

Por las tardes, cuando ella terminaba su turno, nos íbamos a la playa con un par de bocadillos y unas cervezas. Algunos días todavía refrescaba. Nos poníamos las chaquetas y terminábamos el concierto silencioso de nuestras manos dibujando conversaciones en el aire. Llegaba la noche y nuestra charla, sin una linterna o sin luna, dejaba de poder ser. La comunicación también se nos extinguía en el coche. Si volvíamos en el de Coral, lo primero que hacía antes de arrancar era encender la radio. Música celta, o árabe, o hindú. Ópera muchas veces. Rock de vez en cuando, a veces, muy pocas, jazz... Y ella se abstraía de mí, y movía al ritmo la mano por la ventana, la cabeza, cualquier parte de su cuerpo. Cuando íbamos en el mío, con la radio estropeada, el silencio inundaba el ambiente. Entonces Coral sacaba de todos modos la mano. Miraba las estrellas, los árboles a los lados de la carretera, y con la misma expresión lejana parecía seguir el ritmo de otra música, una que yo no podía escuchar. En ningún otro momento del día, y por supuesto jamás en la cafetería nadie lograba arrancarle una paz semejante. Yo siempre encontraba un momento para mirarla en esos viajes de regreso. Pensaba que ella no hacía lo mismo porque con su hahndicap tenía que prestar más atención a la carretera. Pero lo cierto es que a la hora de conducir tenía funcionando exactamente los mismos sentidos que yo. Y en esos viajes de vuelta, ella nunca me miró.

A solo tres días del examen, me sentía confiado y tranquilo. A la vez, también en solo tres días dejaría de tener una excusa para verla. El verano se prometía ya por todas partes, las macrodiscotecas anunciaban sus aperturas, las playas se abarrotaban como expositores de maniquíes, las calles vacías del invierno se volvían intransitables. Eso debería animarte, pensé. Pero sentía un desasosiego tenaz. Cada año desde hacía diez había corrido detrás de todas esas cosas. Ahora, desde lo de mi tío, me parecía que podía seguir en esa carrera sin otra meta más que la de correr. La noche vendía espejismos a los que no se llegaba nunca. Respiré hondo y contemplé el sol dividiéndose en colores sobre todas las superficies. Sobre el mar era puntos blancos y naranjas que centelleaban al movimiento del agua. En la arena mojada de la orilla había una mezcla de ocres, grises y azules. Casi podía separar unos de otros con un pincel. Sobre el pelo de Coral el sol era violeta.

    ⁃    ¿Si hubieras podido elegir, hubieras preferido ser ciega? ¿Te lo imaginas? Yo creo que es peor perderse toda esta maravilla.

Su rostro se puso pálido, y volvió a adquirir la dureza a la que me había acostumbrado durante meses. Me recordó al primer día, aquel en que bromeé con su nombre y se enfadó tanto.

    ⁃    Yo ya elegí, y sigo sin poder imaginar nada peor. Hasta soportaría estar en una silla de ruedas. Pero esto – y se agarró la garganta, abrió la boca, y su rostro enrojeció y se arrugó en un grito silenciado - Nada, ¿lo ves? No sale nada – al decirlo pareció indiferente. Se giró a coger un cigarro, y cuando lo encendió tenía la nariz enrojecida y los ojos acuosos. Recordé mi grito el día del entierro de mi tío. Y entonces me pareció que no solo me había aliviado a mí, como si con mi voz hubiese logrado sacar también la suya. Pero claro, eso lo pensé entonces. Aún no tenía ni idea de lo que estaba hablando.

Blue Light 3 - Romanie

DANDO FORMA A MI INFANCIA…CREANDO RECUERDOS…
Blue Light se sumerge en un trabajo desconocido para ella hasta este momento:  trabajo personal…Ahora se da cuenta de que necesita conocerse a sí misma Lleva demasiado tiempo estudiando a los demás y  a la sociedad como un todo.
A Blue no le gusta mirar atrás, no le gusta la nostalgia…así que será su presente.
“estoy en una cafetería del casco antiguo de Tallin, estoy sola tomando un té esperando a Natascha.  En la mesa más próxima acaba de sentarse una pareja,. Yo estoy mirando por la ventana a una mujer que cruza la carretera sin paso de cebra, ella lleva un paraguas y es muy mayor, la veo tras el cristal borroso por  la lluvia. Todo esto se mezcla con la conversación en un idioma que desconozco pero reconozco los tonos de voz y actitud. A  la vez huele a bollo caliente dulce y café…todo esto  se junta en un ruido intenso y contrastado que me sumerge en otro de estos estados. Cierro los ojos e intento “observar” lo que sucede sin juicio, ¿qué estoy viendo? ¿qué me dice esto?¿por qué tengo un nudo en el estómago? ¿dónde me lleva este recuerdo?...sigo con los ojos cerrados.- “Tengo alrededor de 7 años, hemos bajado de la comunidad al pueblo porque mi padre tiene que quedar con alguien en esta cafetería. Estoy con mi hermano Nilo. Huele a bollos calientes dulces y café. Mi padre se pide un café. Nilo y yo le pedimos un café y unos bollos dulces mientras esperamos. Él nos dice que eso es malo para nosotros y que en un minuto nos habremos ido con ellos a la otra granja. Yo deseo ese bollo caliente. No entiendo lo que me dice, mi deseo supera la comprensión y me echo a llorar, lo veo todo a través de mis lágrimas, veo cómo cruza la calle una mujer sin  paso de cebra mientras siento injusticia. Llega el amigo de mi padre. Yo aun estoy llorisqueando. Ellos hablan y no les entiendo pero entiendo el tono de voz. Le odio. Quiero el bollo caliente.”- Abro los ojos y me siento abatida y confusa. Aún estoy en la cafetería de Tallin. Una sonrisa invade mi rostro que no puedo esconder. El recuerdo….tengo un recuerdo! por fin he trazado un recuerdo. Aunque el recuerdo era perturbador me invadía una ilusión incontrolable. Sentía que había descubierto un tesoro. De pronto todo aquello que no entendía podía tener sentido y ser útil. Cada vez que sentía ese nudo en el estómago o esa emoción visceral podría cerrar los ojos y dejarme sentir…a ver dónde me llevaba. Me sentía afortunada y rica.
Llega Natascha y me sonríe.
-¿Qué te ha pasado?¿ Has recibido un email de Alexei? Te veo muy feliz
Yo la miro rápidamente y no sé qué contestarle. Creo que la verdad es demasiado extraña para que me entienda. Al fin y al cabo hace poco que la conozco, y rápidamente mi mente busca una excusa ligera poco comprometedora. Ella no pregunta  más y yo me quedo feliz con mi otra realidad…lo escribo en mi diario para no olvidar….nunca más. ¡Qué útiles que son los recuerdos!

Belén García Calvo 2 - Rozío


Nunca ha soportado ver a la gente llorar con gafas.

Es absurdo. Está acostumbrada a miles de manifestaciones del dolor humano… son especialmente difíciles los tiempos de espera, las miradas ausentes en los pasillos del hospital, clavadas en las baldosas del suelo, con los ojos hinchados y la respiración contenida… siempre ha pensado que el sufrimiento explota y acaba con el llanto, pero si llevan gafas, se le encoge algún órgano interno y le aprieta fuerte por dentro. Se siente desolada. Toda su ternura se despierta… La primera vez le ocurrió de pequeña. Iba caminando cogida de la mano de su madre y se cruzó con otra niña como ella, que llevaba unas gafotas de cristal de culo de vaso, que multiplicaban sus ojos haciéndolos enormes. Lloraba desesperadamente, con hipo y mocos y lagrimas a borbotones. Los cristales estaban empañados y la mano, secando sus mejillas torcía las esas gafas mojadas y veladas por la tristeza. Quizás fue el primer momento en que descubrió que la vida tenía otra cara, quizás fue el momento en que aprendió a ponerse en la piel de otros, o el inicio del abandono del paraíso de su infancia.

Ahora ya estaba instalada de lleno en su realidad. Había elegido vivir cada día con las miserias humanas, metida totalmente en pieles ajenas, trabajando en un hospital. Todos los días olía y tocaba los desperdicios, las sangres, los puses, oía los quejidos, los lamentos, los silencios de la muerte.

Pero hoy, al acompañar al médico para comunicar las peores noticias a la señora de la habitación 10, se le partió el corazón al verla llorar bajo sus gafas… precisamente hoy que había quedado con Meter.

Saliendo del hospital hacia casa aún arrastraba el alma dolida, y no fue capaz de eliminar el frunce del ceño hasta salir de la ducha, cuando se llenó de la felicidad de los nervios del próximo encuentro.

Paco Azcoitia 3 - Iván

EL PERSONAJE

   En Cierta ocasión, acudí a un psicólogo de diván en una etapa reflexiva en la que se me habían materializado ciertas dudas introspectivas; el facultativo me pareció un cretino desde el momento en que le vi, pero como tan solo buscaba una reafirmación, que sabía no podía venir del exterior, me dio igual. No pocas siestas me eché en aquella consulta de luz tenue y extraños artilugios de paz. El poca cosa clasificaba los temperamentos de carácter según Hipócrates, después de 300.000 pesetas invertidas en pantomima, concluyó, que mi perfil respondía claramente al de un activo sanguíneo, flemático, colérico, y melancólico, y que no preponderaba en mí, ninguno de ellos, sino que todos por igual se encontraban en sumo equilibrio. Después de satisfacer la cuenta, percibí, en los ojos del gurú de los diplomas colgados en la pared, cierta admiración.

LA VOZ EN OFF

        Tras su experiencia con el Hipocrático, Francisco Azcoitia continuó siendo el mismo, continuó acompañando la palabra con el gesto, continuó desconfiando del inocente y a mediados de los 80 concluyó que en los años venideros nada le podía definir mejor que las firmas Rolex y Audi.
Este podría parecer el planteamiento de un idiota, pero Azcoitia Nasarre no era un idiota, sí lo eran quienes le rodeaban, sus pseudo amigos de la última década. La presión sutil de saber que no hay con quien contar, la amortiguo a partes iguales, con las mejores calidades de whisky y cocaína, y a su vez estos lapsus de evasión, le ayudaron en su firme propósito de convertirse en un ser osmótico.

Tobias Coll 3 - Antonio


Hacía aproximadamente seis años que no sabía nada de Tobías Coll cuando me llamaron una mañana de agosto desde la embajada de España en Brasil. Preguntaban por Ernesto, al parecer el único familiar directo vivo de Tobías. No sabían que Ernesto había muerto once meses atrás de un paro cardíaco mientras prácticaba paddle. Les tuve que poner al corriente y explicarles que mis dos hijas gemelas eran hijas de Tobías, aunque desde hacía ya muchos años era Ernesto quien había asumido su custodia legal. Diez minutos de absurdos prolegómenos nos llevaron a la naturaleza de la llamada. El tono del funcionario del otro lado del teléfono y la investigación sobre la familia viva de Tobías, hacían presagiar una mala noticia. Tobías había desaparecido, junto a ciento veintidos pasajeros y ocho tripulantes más en una de las vertientes del rio Amazonas entre Manaos y Santa Rosa. Una travesía de cinco días en la que convivían todas esas personas, sus respectivas hamacas, y numerosos animales transportados en las bodegas para ser vendidos y sacrificados en el punto de destino. El barco había ardido y se había hundido en extrañas circunstancias en la madrugada del segundo al tercer día de viaje. De momento decían haber rescatado doce cuerpos. Las primeras patrulleras militares no habían llegado al lugar hasta primeras horas de la mañana, alertados por algunas poblaciones cercanas, testigo del espectáculo de luz que suponen las llamas en un lugar como la selva del Amazonas.
Afortunadamente el barco estaba en una de las zonas anchas del rio y las llamas no habían llegado a la orilla. Eso habría dificultado igualmente el que los supervivientes se hubiesen podido salvar. Ella sabía perfectamente que la mayoría de las personas que viajan en esos barcos no saben nadar, que sólo se bañan allá dónde dan pie. Sabía también que lo que no hubiesen exterminado las llamas, el pánico y la profundidad del cauce, lo habrían rematado las corrientes y la contaminación del agua. Imposible salir de esa situación. El funcionario le pedía paciencia y que estuviese preparada para lo peor.
            Amelia colgó aliviada. Conocía bien el recorrido, el barco y a Tobías. Juntos habían hecho dos veces ese trayecto. Juntos habían conseguido sobrevivir un mes en la jungla. Por separado habían conseguido hasta hoy sobrevivir.

Rodolfo Longares 3 - Pau

Aquella horrible imagen le perseguía todos los días. El insomnio, que tanto preocupaba a Elsa, se lo debía todo a aquellas imágenes.
    ¿Cómo dejar de pensar en la noche en que todo se torció en su vida?
    Volvía tarde a casa esa noche, de calles vacías y húmedas, y al pasar por aquel callejón pudo ver a un hombre cogiendo un adoquín del suelo y a ese otro hombre tendido, malherido pero moviéndose todavía. Tuvo tiempo de intervenir, de detener los movimientos implacables que habían abrasado sus retinas, pero no lo hizo.
    Le invadió un miedo insuperable, pensó en su familia, en su vida, en su seguridad… Se marchó de allí apresuradamente, pero a tiempo de oír el impacto sordo de una piedra contra una cabeza y un gemido.
    A los dos días vio la noticia en el periódico. El muerto era un conocido suyo que al pasear se había resistido a un robo. Aún buscaban al culpable. El muerto era el hijo mayor de unos vecinos suyos. Tenía 21 años. Mientras abrazaba en el entierro a los padres deshechos, Rodolfo lloraba de vergüenza y asco hacia sí mismo.

Coral 2 - Diana C

Nunca accedió a verme fuera de la cafetería de la asociación hasta el día del entierro de mi tío Tomás. Mi tío, con el que solo me llevaba quince años, y que teniendo yo ocho ya me dejaba tomar el manillar de su Harley. En la carretera, con el viento de cara y mi espalda apoyada sobre su estómago firme, sabía que no me caería nunca. Ahora mi tío Tomás ya no estaba. No había sido un accidente de moto como todos vaticinaron. Fue un pedazo de alfeizar que se desprendió de una ventana en el preciso instante y a la velocidad adecuada para caerle a mi tío en la cabeza. “Esas cosas no pasan” le espeté glacial a mi madre que, deshecha en llanto, me comunicaba la noticia. A unos les cae el alfeizar justo después de pasar y ni se enteran. A otros les cae delante, se llevan un susto, y continúan caminando. Pero a mi tío Tomás le cayó en la cabeza y lo mató. La vida puede ser así de estúpida, así de volátil. Y sobre todo así de desconsiderada al dejar aquí personas embrutecidas y oscuras y llevarse a mi tío Tomás. Ahora me había dejado la espalda al raso, y ya solo había nada, una nada inmensa, por todas partes.

Coral me vio llegar con la cara desencajada y pálida. Había pasado toda la noche en el velatorio, donde me ahogaba. Salí a dar una vuelta a solas. El silencio de la noche me calmaba. Prendí un cigarro. El humo ascendió hacia las estrellas y me descubrí pensando en Coral. Fue una sorpresa darme cuenta que era la única a la que en ese momento deseaba tener a mi lado. Cuando aparecí en la cafetería me miró y de inmediato aparcó su desdén habitual poniéndome mi cortado. Se quedó parada ante mí un buen rato con los brazos en jarras, y sus manos dijeron “¿Vas a decirme qué te pasa?”. Agradecí su brusquedad, sería como una desconocida si de pronto hubiera sido demasiado amable. Se lo conté, chapurreando como los indios cuatro signos mal hechos. Coral, viendo mi esfuerzo y mi agotamiento, me tomó las manos haciéndome callar, y me miró. Después, con cuidado, las depositó sobre la barra del bar y las suyas dijeron “puedes contármelo con tu voz. Puedo oír”. Se lo expliqué en una especie de trance. Todo lo extraño, hasta que Coral oyese, empezaba a dejar de sorprenderme en aquel estado, en ese mundo donde era posible que mi tío Tomás muriese, donde de pronto Coral me había tomado las manos. Al finalizar le dije “Te parecerá raro, pero me gustaría que esta tarde me acompañases al entierro”. Coral accedió. Todo lo extraño empezaba a dejar de sorprenderme.

Ni siquiera en un entierro dejaba de haber sitio para chismes. Mi madre me apartó y, con los ojos enrojecidos, me dijo “¿Quién es esa? ¿No me la vas a presentar?” Molesto respondí “mejor en otro momento”, pero me asombré de lo ajena que parecía Coral a las miradas curiosas e inquisitivas. Ella miraba hacia el cielo con una mochila entre las manos y su cuerpo se mecía despacio. Trajeron el ataúd de mi tío, el cura dijo unas palabras y Coral lo miraba todo con un gesto de curiosidad que le elevaba la comisura de la boca. A su lado sentía de inmediato paz en mitad del paseo sombrío de llantos. Cuando alzaron la caja y la intrudujeron en su frío hueco, Coral cerró los ojos y una brisa hizo bailar su pelo. Una brisa que pareció tocarla solo a ella. La muerte no parecía algo pesado a su lado. Cuando todo terminó me dijo “Ahora vamos a hacerle un funeral de verdad”. Me hizo conducir hasta Punta Galera, donde nos sentamos a esperar la puesta del sol. Cuando éste tocó el mar, ella abrió su mochila, sacó una caracola y se puso en pie. Sopló y mis ojos se iluminaron al escuchar un sonido saliendo de su cuerpo. Sopló y el sonido convirtió el mar, las gaviotas, los colores cambiantes del cielo, mi dolor y mi sorpresa en una sola cosa. Luego dijo “ahora dile adiós”. Cohibido no hice nada, “ Vamos, ¡Dile adiós!” y tomándome del brazo me hizo levantar. “Adiós”, murmuré, tragándome un bloque de dolor. Coral me obligó a mirarla y muy seria dijo “no te ha oído. Tu tío se ha ido, Fran, y no le volverás a ver. Dile ADIÓS”. Entonces grité. Grité hasta arañarme la garganta por dentro, y volví a gritar, y grité otra vez. El sol se ocultó por completo en el agua y caí en las piedras. Lloré. Coral tocó su caracola, y mi dolor siguió haciéndose agua.

Coral 1 - Diana C

Sabía cómo pedirle un café sin hablar después de sólo dos clases. Cuando ella respondió moviendo sus manos a la velocidad de un banco de peces tuve que pedirle que fuera más despacio. Improvisé un gesto con las mías y ella rió en silencio. Al parecer había querido decir “cama”. También me confundí al pedirle un croissant que acompañase mi café, creo que le pedí una vaca. Cada vez me gustaba más equivocarme por ver el espectáculo de aquella carcajada sin sonido. Reía con todo el cuerpo, se le hinchaban las venas del cuello, los ojos le centelleaban como gotas marinas al sol, y eso era digno de ver en una chica que estaba todo el tiempo tan seria.

Mi vecino sordomudo me había animado a hacer el curso de intérprete de lengua de signos. De sus seis hermanos, él era el más comunicativo. Los demás, habituados a la normalidad de tener voz, no se esforzaban en ejercitarla lo más mínimo, pero él hacía malabares para hacerse entender. Y siempre lo lograba. Cruzárselo en el ascensor era como saltarse una barrera. Y a mí siempre me han gustado los retos.

Fue él quien me explicó que, aunque se presentaban con su verdadero nombre, después utilizaban un mote, un solo signo, para evitarse el engorro de deletrear letra por letra cada vez que querían referirse a alguien. Ella me dijo que se llamaba Coral. Ahora lo escribo y suena a nombre de culebrón venezolano, pero no podía sonar así de sus manos. Lo deletreó como si utilizara una máquina de escribir prendida del aire, como si estuviese marcando los dígitos de un teléfono invisible que la comunicara con el infinito. Entrar en el lenguaje sin sonidos era penetrar en una dimensión mágica. Era como bucear.  Coral - repetí con mi boca. - ¿Como el coro de una iglesia? - y ella frunció la suya. Apretó tanto los labios que se le pusieron blancos, y me hizo el signo por el que se hacía llamar: cerró su garganta con llave y la tiró. Al ponerme el café, la taza, la cucharilla, el plato, todo entrechocó sobre la barra con un estruendo del que ella parecía ser perfectamente consciente mientras me clavaba una mirada llena de ira.

Probablemente hubiera sido más sencillo, para mí, quiero decir, si no fuera por un detalle muy estúpido: me recordaba a una foto de Alberto García-Alix, una que se titulaba “El dolor de Elena Mar”. Era como si ella encajase en ese muestrario de almas en blanco y negro que se quedaron colgando del aire. Seres que por algún revés de la vida, o por demasiados, se torcieron la cara a sí mismos. Coral, además de ese encanto sórdido de animal roto, tenía algo más: sus manos, que hacían magia de prestidigitador moviéndose como mariposas entre la máquina de café y la registradora, entre el cigarro y el cambio, entre las tostadas con mantequilla y sus sentimientos. Un día, lo sabía, esas manos de maga sacarían de su garganta una hilera de pañuelos de colores anudados como las sábanas que un preso utiliza para escapar de su cárcel.

Blue Light 2 - Romanie

BLUE LIGHT 28 años.
La infancia de Blue Light antes de los 10 años vive un presente en la sombra más absoluta. Sus recuerdos se limitan a sensaciones, colores, personajes de fábula, lugares misteriosos, olores y sabores.
El cambio tan radical que experimentó junto con sus hermanos al dejar la comunidad e irse a vivir a la ciudad, desplazó las vivencias dulces y harmónicas que pertenecían al universo conocido de la niña, al estado constante de vigilia y alerta. Estos recuerdos viven un presente activo.
Luz siempre ha definido y redefinido su carácter  según el aprendizaje y el tiempo que pasa, como cualquiera, pero, hace tan solo un año, empezó a experimentar ideas, opiniones y sensaciones con las que no se identificaba. Se sentía como si su cuerpo estuviera habitado por otro ser, con personalidad propia y estuviera hablando a través de ella. Al no ser una persona alarmista ni sensacionalista, esto no llegó a ningún ingreso en la unidad de psiquiatría. Ella se limitaba a observar  esto como una espectadora de un teatro o de una película. No dejaba de preguntarse el porqué de este fenómeno. Día tras día, aparecían frases de su boca que la sorprendían, defendiendo opiniones que nunca había sentido. Todas estas sensaciones las vivía en las entrañas, en el estómago. Era algo casi visceral.
Durante los últimos 12 años Blue había vivido intensamente los viajes que llegó a realizar, y el que más le marcó fue el de Siberia hace dos cuando dejó a Carlos. Hace unos meses que estaba atascada en el proceso de la novela que empezó a escribir en ese viaje. Le pesaba el hecho de no saber concluirla. Esto se juntaba con experimentar este cambio tan pronunciado en su carácter y esto la mosqueaba. Algo no le encajaba y ahora se estaba cuestionando su presente. Su presente es extrovertido, curiosa e interesada en la realidad cuotidiana de los demás, precisamente son estas realidades por las que le surgen juicios viscerales, las vive como si fuera su realidad, de ahí aparecen opiniones desconocidas has ahora.
Blue ahora está en Tallin, alquilando un ático en el casco antiguo. Vive del dinero que tenía ahorrado desde que se fue de casa de Carlos. En Siberia no gastó mucho. Allí calcula que podrá quedarse solo hasta que pase el verano…y después,  aun no tiene planeado nada. Aquí es donde más ha experimentado este estado alterno en ella. En una cafetería comiendo un bollo, paseando en el campo olió una flor que desconocía que reconocía, una calle le era familiar y le hizo recordar…el qué le hizo recordar? Qué coño le pasaba con su pasado? Nunca le había gustado mirar atrás y ahora precisamente algo en ella le hacía hacer precisamente eso. Se dio cuenta de una cosa,  que antes de los 10 años vive un presente en la sombra más absoluta. Sus recuerdos se limitan a sensaciones, colores, personajes de fábula, lugares misteriosos, olores y sabores, no logra dar forma a estos recuerdos, y se propone un nuevo trabajo: darle forma a esos años que desconoce, hacerlos partícipes de su presente, quiere convivir con estos recuerdos que tendrá que crear…