martes, 6 de agosto de 2013

Mala leche - Pau

Un pasadizo comunicaba dos patios de mi colegio. Poco antes de las navidades del... debían ser las del 77, mis 10 años, transitaba yo aquel pasadizo, tranquilo, inocente, confiado, con un catálogo de regalos, juegos y juguetes en la mano. De pronto, alguien por detrás, artéramente, me lo arrebató de la mano y se lo llevó corriendo. Le reconocí, era un chico de un curso superior. Creo recordar mi ira, rabia, frustración, impotencia. Un curso por encima era una barrera grande, al menos entonces.
Pasaron las navidades y a la vuelta al cole, un día de esos, me encontré de frente en el mismo pasadizo al causante de la afrenta. Me abalancé sobre él como un remolino furioso, le derribé y le inmovilicé con una llave de judo. Una vez satisfecha la venganza, incruenta en cualquier caso, me fuí del lugar dejando al rufián más humillado que desconcertado.
Ha habido pocos arrebatos así en mi vida, apenas recordaría otro, pero aquel me hizo sentirme un héroe ante mí mismo, el juez más severo para otorgar ese título. Me sentí poderoso, triunfante en una causa justa.
Aquel brote de mala leche se tornó en una dulce leche merengada. Treintaycinco años después, he de decir que no he vuelto a ver a ese héroe que se alzó y venció, que luchó sin importarle las consecuencias.
¿Dónde estás?

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