martes, 6 de agosto de 2013

Elogio de la mala leche - Hassan Ahmar


Creo que he perdido el texto que leí en la sesión dedicada a ese título.
Recuerdo que utilicé la forma de poema, tal vez adrede; la poesía es una
forma de literatura que a menudo me cabrea, ya  que mi relación con el lenguaje es más cartesiana. Me gusta la lógica de los enunciados, la claridad de exposición y evitar la ambigüedad en lo posible. Podría argumentarse que en ocasiones la poesía logra esos objetivos con mayor potencia y menos letras. Puede ser, pero para mi no es la norma y las evocaciones (para mi eso es la poesía, evocar) no pueden competir con las definiciones en cuanto a precisión y universalidad. Aún así, a cada uno lo suyo.
Leí mi poema carente de una métrica definida pero con cierta rima. No fue entendido por todos o por nadie. Lo tuve que explicar a petición de alguno de los presentes. Quizá ahí resida la clave de mi infatúa relación con la poesía, no logro transmitir utilizándola. También debo decir que no me he esforzado nunca en el intento, así que no se pueden esperar milagros.
Pues bien, expliqué el poema, y lo curioso es que la explicación tampoco satisfizo a alguno que debió pensar o sentir lo lejos que le quedaban mis versos de lo que realmente quería yo transmitir. Sentí un poco su indignación. Bien, de eso se trata, camino de la mala leche.
El poema decía que la mala leche es un vehículo importante para el autoconocimiento, y yo añado que como tal es susceptible de ser utilizada como herramienta evolutiva. La mala leche es un gran sistema de alarmas que nos indican errores de sistema, zonas de juicios, prejuicios, presunciones, etc. Son luces que alumbran al ignorante de su condición. Gran herramienta que puede utilizarse para trabajar en grupo, de hecho es donde mejor se puede utilizar.

¡Lo encontré! Este es:

Lágrima sorda,
víscera podrida.
Gargantas sangrientas
caballos desatados, verdes prados.

También aporté dos soluciones diferentes pero más crípticas aún:

1.    Cuelgan mis huevos de la oz,
    camino roto carmesí.

2.    Fuego purificador.

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