martes, 10 de diciembre de 2013

La maté porque era mía - Silvia


-Está muerta- sentenció el Inspector Olmedo mientras el policía abría la bolsa de plástico descubriendo el rostro de una mujer-Ya no podemos hacer nada por ella.- Su nueva ayudante se le quedó mirando boquiabierta, el hedor que desprendía el cuerpo evidenciaba que llevaba muerta días… Y prosiguió el Inspector- Ha sido asesinada. Pobre mujer.- Otra cosa evidente si se tiene en cuenta que apareció envuelta en una bolsa de basura industrial entre los matorrales, pensó la becaria. Mantenía la boca cerrada, pero por dentro estaba flipando (¿de dónde ha salido este señor?)
-Aquí ya no podemos hacer nada. Fernández, lleven el cadáver al depósito. Este caso ya está resuelto.
-Pero… Inspector –dijo la becaria- ¿no piensa tomar muestras del cadáver? ¿No va a investigar?
-¿Por qué íbamos a hacer tal cosa?-repuso el Inspector- Ya tenemos al culpable, el chico de la gasolinera. El muy idiota dejó una nota junto al cuerpo de su puño y letra: “la maté porque era mía” ¿Cuántas pruebas más necesita?
-Pero… pero… no sé, contrastar muestras de ADN, estudiar más a fondo y poder determinar exactamente qué ocurrió. Además el acusado se declara inocente. Aunque reconoce que la letra es suya, no recuerda haber escrito esa nota. Vamos, digo yo… pruebas, no sé.
-Mira chiquilla, este sitio es muy pequeño y nos conocemos todos. No necesitamos todas esas “pruebas” ni que vengan de un laboratorio a ventilar los trapitos de nuestra comunidad. Aquí nos bastamos y nos sobramos. Siempre ha sido así y así seguirá siendo. No es momento ahora de que una becaria con aires de grandeza nos diga cómo debemos hacer las cosas. Fernández, proceda como le he dicho. Mañana celebraremos el funeral y dejaremos que Juani descanse en paz.
Claudia, la becaria, no dijo nada más. Al anochecer consiguió, no sin poco esfuerzo, y valiéndose de sus mejores dotes femeninas, convencer al celador del depósito para que la dejara a solas con el cadáver  el tiempo suficiente para tomar unas muestras de la boca y de la mugre que tenía la mujer bajo las uñas. Lo tuvo que llevar ella misma al laboratorio después de tontear y dejarse invitar a algunas cervezas por el propio celador, quien no tuvo ningún problema en cerrar el depósito y abandonar su puesto de trabajo a tal efecto. Con la excusa de un terrible dolor de cabeza y de tener que madrugar al día siguiente consiguió huir del antro donde se encontraba y de las manazas que la retenían. Tuvo que conducir durante dos horas para llegar a la capital, donde esperaban su llegada. Solicitó discreción a Juanjo, su amigo del laboratorio quien, a su vez, suspiraba por los huesitos de Claudia, aunque nunca se lo diría. Prometió, como favor especial, quedarse esa noche analizando las muestras y llamarla por la mañana con los resultados.
El funeral se celebró en un ambiente triste y decadente. Poca gente acudió, pues había en el pueblo mucha gente que simpatizaba con el presunto asesino y  apoyaba su inocencia. Nadie podía creer que el bueno de Antonio fuera capaz de una atrocidad así, cuando además, todo el mundo sabía que adoraba a Juani. Iban a casarse…El teléfono de Claudia vibró en su bolsillo y se retiró del grupo para contestar. Era Juanjo.
-Tengo los resultados. Me ha costado bastante, porque bajo las uñas la chica tenía tierra mezclada con la sangre y te tenido que separarlos. Pero tengo información interesante…
Claudia se aproximó al Inspector y le susurró que tenía información importante que contarle. El Inspector, con un gesto de su mano, le dio a entender que hablarían una  vez finalizado el funeral, que se alargó todavía media hora, tiempo que a Claudia se le hizo eterno. El Inspector entonces le sugirió que caminaran mientras hablaban, para alejarse del grupo que se había congregado junto a la tumba.
-Inspector, tengo pruebas de que Antonio no ha matado a la mujer. El ADN de las muestras no coincide con el suyo. Está claro que no fue él. Y tengo un dato relevante para dar con el asesino: su grupo sanguíneo es muy poco frecuente, con lo que sería fácil dar con él. Por lo visto la chica luchó lo que pudo contra su agresor y le arañó repetidamente, el asesino todavía debe tener marcas en sus brazos, o por el cuerpo…
De repente el Inspector se detuvo. Habían caminado a buen paso y se encontraban en un claro del bosque, alejado del pueblo. Apuntaba a Claudia con su pistola.
-¡Qué lástima! Parecía usted una chica inteligente. Hubiera llegado lejos en su carrera.
Por debajo de los puños de la camisa de Olmedo, Claudia acertó a ver unos arañazos asomando.

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