martes, 10 de diciembre de 2013

El asesino de la avispa - Anahi

     Me sentía encerrado en una antigua novela policiaca, una de la que es imposible escapar, otra vez allí, de pie, con el impermeable chorreando agua en la escena del crimen, otra casa, otra victima, pero la misma sensación de impotencia ente la macabra obra del asesino de la avispa asiática. Mi victima numero 20. Esta me duele más que la otras, me juré que no dejaría que ocurriera otra vez, lo peor es que este juramento ya lo he hecho 19 veces . Ya no hay euforia de encontrar una pista nueva, esa extraña emoción que golpea el corazón y lo insufla con renovadas energías. Hoy por primera vez no quería llegar. Como si evitarlo, lo hiciera irreal.
    Aparque el coche  a 100 metros del domicilio, necesitaba caminar antes de enfrentarme nuevamente al horror, la lluvia fría me chorreaba por el ala del sombrero y se veía através de las luces de las farolas de este  barrio céntrico. La avista asiática era su firma. Siempre dejaba una en la palma de la mano derecha de la victima. Siempre una mujer joven, de alrededor de 30 años, soltera, sin ninguna relación formal.
    Desde el primer caso, odio las avispas pero estas son peores, se alimentan de abejas, les arrancan las cabezas y se llevan los cuerpos para alimentarse. 30 avispas pueden asesinar 30.000 abejas en tres horas. Se quedan planeando casi inmóviles en las puertas de las colmenas, desafiantes, letales . No tienen piedad.
    Al entrar por la puerta descolorida marrón mi compañera que lo lleva francamente mejor que yo me mira  emocionada y me informa,
-    Es ese maldito otra vez. María Rodríguez 32 años soltera, fotógrafa. Se preparaba para viajar a Rumania ese fin de semana por trabajo, nos llamó su editor. Es ese que mira por la ventana, le ha visto. Dice que vino a por María para irse juntos al aeropuerto pero que ella no lo sabía.
    Miro al rincón y veo un hombre blanco de mi edad, con la cabeza gacha y el espinazo encogido. Junto a un policía que le toma declaración, pienso…otra victima que no volverá a dormir en paz.
    Ya han llegado todos, técnicos, enfermeros, y el forense se encuentra agachado junto a la victima. Delicadamente colocada, tan bella, tan joven. En la mano derecha una avispa. Ni una gota de sangre. Pera esta vez es distinto, hay un testigo, le interrumpió, seguramente se dejó algo. Algo despertó nuevamente en mi corazón, lo volví hacer, cerré fuertemente los puños y me juré  que esta, esta, sería la ultima vez.

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