martes, 10 de diciembre de 2013

Elogio a la mala leche - Rozio

Me llamo Javier y nací en el país de la mala leche. Cada mañana me levanto y golpeo el despertador con rabia. El 50 % del presupuesto de un malalé se va en este objeto. Total, la comida casi siempre está sosa, el arroz pasado y básicamente, digámoslo: está mala y la dejamos sin tocar en el plato. Algunos ciudadanos notables, incluso tiran éste al suelo, pero sólo se lo pueden permitir los verdaderamente ricos.

La atmósfera negativa que emana nuestro hogar, hace que llueva casi siempre que sales de casa, pero no está bien visto lanzar improperios, sino sólo ejecutar un fuerte chasquido. Esto se aprende desde pequeños. Ahora bien, debido a la abundancia de charcos, siempre te salpica algún coche en la calle, y aquí si que puedes explayarte y largar unos cuantos insultos y gritos, que serán apropiadamente respondidos bien por el conductor o bien con el claxon. Así, nadie puede oírse por la calle y puedes caminar bien cabreado.

En el trabajo, la gente asciende según su capacidad de amargar el día a los compañeros, y los más agradables y bruscos son seleccionados para los puestos de atención a l público. Así, nadie sale de ningún comercio sin haber agriado el humor a cualquiera.

Casi siempre llegamos a casa cansados y con hambre, lo que propicia que el ambiente sea bastante desagradable. Yo he tenido suerte, y he encontrado a una mujer que discute por cualquier cosa y somos bastante infelices. Nos gusta salir los sábados, como todo el mundo, a los lugares más abarrotados donde todo el mundo te cae mal. Ahora vamos a "Mala puñalá te den". Ahí ponen una película o hacen conciertos, pero todo el mundo habla y apenas puedes seguirlos y al volver puedes ir criticando a los de al lado.

En fin, puedo presumir de ser un ciudadano bastante normal. Me despediré con un sincero: que os den a todos y aunque no pienso disculparme por el tono cordial de la carta, debo decir que hoy no tengo el día.

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