Este hombre tiene un nombre, pero aún
permanece desconocido.
Se dice lo fusilaron días después de la
revueltas. Otros afirman que está vivo,
y reside en algún lugar de la China continental.
Los tanques entraban a Pekín, pretendían
reprimir violentamente las protestas democráticas contra el gobierno. Miles de
estudiantes, obreros e intelectuales marcharon exigiendo reformas de la
libertad de expresión y diálogo entre las autoridades del gobierno y los
representantes de organizaciones estudiantiles y obreras.
El lamentable desenlace lo conocemos
todos: un baño de sangre y fuego del que aún se desconoce el número exacto de
víctimas.
El hombre de la camisa blanca se detuvo
frente a la columna de tanques.
Portaba sendas bolsas, una en cada mano.
Estos disminuyen su marcha, el tanque en cabeza intenta sortearlo sin
resultado, el hombre se interpone en su camino repetidamente. Se detiene toda
la columna, el hombre sube al primer tanque y sostiene una conversación con el
conductor. Luego baja del mismo y vuelve a interrumpir el paso de la columna.
El hombre de la camisa blanca agita continuamente sus bolsas.
Varias personas ingresan a la vía para
coger y llevarse al hombre entre la multitud
agolpada en la plaza.
No sabremos nunca
Lo que el hombre de la camisa blanca
llevaba en sus bolsas
–aunque apuesto que su vida–
No sabremos nunca
lo que se dijeron con el conductor del
tanque
–aunque tenemos la certeza de que el
militar habló con miles–
No hay comentarios:
Publicar un comentario