miércoles, 20 de noviembre de 2013

Com-partidos - Anahi-Rozio


(Anahi)
Lleva un par de meses dedicándose a Morfeo, no es extraño ya que es invierno y es un gato. La ultima en pisar el suelo frío por la mañana, y solo por máxima necesidad. Al escuchar los ruidos matutinos de Antonio mueve una oreja  parabolicamente, ya sabe quien es y que esta haciendo, pero es bueno confirmar. cuando escucha entrar los pesados pasos con prisa , medios dormidos a la cocina y el sonido de la cafetera, recién  levanta la cabeza para dar señal de vida. Deshace el ovillo tibio y peludo en el que se encuentra y rodando un poco sobre la espalda estira con placer las patas arqueándose y conteniendo la respiración.  Aun es de noche pero  algo en su interior la hace sentarse chuparse 3 o 4 veces debajo del cuello, estirarse un poquito mas y dar un gran brinco del sofá al suelo. Flexiona las patas traseras y estira las delanteras para poner en orden la columna, luego estira hacia atrás una pata, inmediatamente la otra porque corre prisa y se enrolla en los pies grandes que esperan con insistencia un café perfumado y caliente. Es tanto el gusto que siente frotando la cabeza por los zapatos que pierde el equilibrio y se cae al suelo. Con tanta gracia, que parece un hecho aislado dejando la tripita bien a la vista, para la sesión de caricias y arrumacos. Unas manos grandes la frotan con fuerza y le tiran un poco de las orejas. Ya sabe que no es hora pero reclama un poco de comidas sin conseguir nada de la nevera. Ya que está de pie aprovecha para comer algunas croquetas y beber algo de agua fresca. Mira la caja con piedrecillas pero prefiere esperar a que habrán la puerta y oler la hierva fresca. Aun no,hace suficiente calor así que regresa a la manta para poder limpiarse con cuidado. Es un trabajo arduo y diligente que extenderá a lo largo del día. 

(Rocio)
Aún no pienso. Hasta ahora todo ha sido automático. Movimientos ensayados en la penumbra que se repiten con apenas variaciones diarias. Unas veces son más lentos, otras, las menos, choco inesperadamente con algún objeto debido a la desviación en apenas 3 centímetros de mi habitual trayectoria.
De esta manera llego a la cocina y estimulado por la plena luz artificial empiezo a componer las primeras sensaciones reales del día: Maya me acaricia los pies y me hace sonreír al caerse al suelo. Se dirige a su comida y yo a la mía. Con el café en la manos repaso los principales asuntos del día. Apenas unos minutos más tarde, salgo al exterior donde una tenue luz despista el día. Aún alcanzo a ver a Maya enfrascada en su propia limpieza. Me gustaría quedarme con ella ¡Quien fuera gato!

Subo a la moto que espera resignada aguantando la humedad de la noche. Tras ejecutar los movimientos que forman parte de la coreografía de arranque, salgo airoso, pero apenas asomo al camino freno en seco. El coche a mi izquierda no estaba previsto en el guión matutino. Tan sólo resulta inesperado, sin rozar una situación de peligro, pero la sorpresa hace que mi organismo se haya activado. La vecina y yo nos saludamos y aprovecho para buscar sin encontrarlo un atisbo de crítica en sus ojos. Mejor. Lo último que pienso antes de enfilar alerta la carretera es si Maya habrá levantado las orejas

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