lunes, 20 de enero de 2014

Com-parti-2: SILVIA - PACO - Visita nocturna

             VISITA NOCTURNA

(SILVIA)


Salió del colegio con el diente envuelto en un pañuelo arrugado y manchado de sangre. Su espléndida sonrisa dejaba ver un vacío entre los incisivos superiores, con la sonrosada encía al aire. La felicidad de la expectativa de su primer encuentro con el ratoncito Pérez impregnaba todos sus movimientos.
Pasamos esa tarde en casa de unos amigos, con las actividades habituales: deberes, juego, bañito y cena. Con la paciencia que requieren los encuentros nocturnos, pasó la tarde en total normalidad, incluso olvidando, a ratos, la cita que tenía por la noche. Cada vez que la recordaba, sus ojos emitían un brillo especial, el brillo de la Ilusión.
Ya regresando a casa en coche, emocionadas las dos, cayó rendida por el cansancio de la jornada. Directa a la cama, pensé yo. Pero al entrar en casa la Ilusión la despertó y la desveló. Sacó el diente de entre los pliegues de su pañuelo,  buscó un cepillo de dientes viejo y lavó y limpió minuciosamente el diente con agua y jabón. Lo puso dentro de una bolsita de tela y encontró un papelito donde dejarle una nota al ratón:
GRASIAS.SAGUCETENSFEINA.ESUNAPALA.LAURA
(GRACIES. SEGUR QUE TENS FEINA. ÉS UNA PALA. LAURA)
Colocó una casita de muñecas junto a su cama, para facilitarle la ascensión al pequeño ser y, por fin, satisfecha, se dispuso a dormir, no sin antes dejar cuidadosamente diente y nota bajo la almohada.
Al rato dormía con una sonrisa en sus labios.


(PACO)
La ilusión de Laura me contagió y yo también me quedé dormida con una sonrisa en la cara.
Unas horas más tarde, me desperté sobresaltada y encendí la luz de la mesita.  Laura me tiraba impaciente de la manga del pijama mirándome con semblante serio.
  “Mamá, no ha vingut”, me dijo y para que no quedase ninguna duda de quién había faltado a la cita, añadió: “El ratoncito Pérez no ha vingut” .
    Me había quedado dormida plácidamente y no había colocado el regalo debajo de la almohada. Miré el despertador y vi que marcaba las tres y media. 
   “Laura, todavía es pronto, a lo mejor tiene mucho trabajo, como decías en tu nota, y aún no ha podido venir, pero seguro que vendrá. Eso sí, tienes que estar dormida, porque el ratoncito Pérez es muy tímido y no le gusta que le vean cuando trae los regalos”.
    “¿Y si tiene mucho trabajo y no puede venir?”
    “No te preocupes, el ratoncito Pérez nunca deja a ningún niño sin su regalo”
    “¿Y cómo es de grande el ratoncito Pérez?”
    “Es pequeño, por eso le llaman ratoncito”.
    “Y si es pequeño, ¿cómo puede llevar los regalos a tantos niños?”
    “Porque tiene poderes mágicos. Anda vete a dormir”
     Laura se metió obediente en su habitación. Esperé que pasara un tiempo prudencial, cogí el paquetito perfectamente envuelto y salí sigilosamente  al pasillo que permanecía oscuro y silencioso. Caminé unos paso y catacrack. Mis piernas flotaron en el aire como si hubiera caído por una trampilla, aunque yo sabía que no había trampillas. Había pisado una pelota de goma y había perdido el equilibrio. Aterricé con el culo en el suelo y tuve tiempo de apoyar una mano para amortiguar la caída. El regalo salió volando. Permanecí un momento inmóvil, en silencio.   Noté un dolor insoportable en el antebrazo, pero comprobé aliviada que ningún ruido provenía de la habitación de Laura. Al menos no se había despertado. Apenas podía mover el brazo derecho. Tenía que ir a la cocina y ponerme hielo y luego ponerme una venda, pero antes tenía que cumplir mi misión. Cogí el regalo con la mano izquierda, entré con sigilo en la habitación y lo coloqué debajo de la almohada. Miré el rostro de Laura que reflejaba un apacible sueño. Regresé a la cocina y mientras me aplicaba una bolsa con hielo en mi dolorido antebrazo,  sonreí pensando en la cara de alegría que pondría Laura a la mañana siguiente cuando se despertase.
    


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