sábado, 26 de abril de 2014

Testimonio del proceso analítico con una niña anoréxica de 6 años - Romanie

Una vez más ante el ordenador. Qué gran variedad de actividades distintas acaban pasando por el uso de esta pantalla. Me encuentro abriendo esa ventana llamada Google que ejerce de oráculo. Pregúntale lo que sea, que alguna respuesta tendrá.
Introduzco esa secuencia de palabras acordadas para este ejercicio: “pesaba casi 1,400kg” y aparecen 282.000 resultados en 0,24 segundos. Coches, bebés, pescados, adelgazamientos, mascotas, infinidad de situaciones en las que algo o alguien pesaba casi 1,400kg., aquí es donde me encuentro con Milagros. La historia la cuenta una psicoanalista y Mili es una paciente de seis años que padece anorexia. Sus padres la llevan a terapia después de dos años alimentándola a través de una sonda. Mili nació prematuramente a los seis meses y medio de gestación, pasó 33 días en la incubadora y 11 enchufada al oxígeno. Nunca aprendió a masticar, solo chupaba. Rechazaba toda comida sólida. La psicoanalista indaga en su pasado y encuentra muchas relaciones a este problema. El que me pareció más relevante fue que su madre padecía de una depresión que le había quitado el apetito, también durante este embarazo. Yo me preguntaba cómo es posible llegar a un punto tan extremo del problema a tan corta edad, pero el hecho de que su madre estuviera apática hizo que no fuera relacionando las pequeñas señales anteriores.
   Durante este trabajo terapéutico me llama la atención que aprende a masticar usando chiclets y jugando a hacer pompas. Descubre la mordida y pasa incluso a morder a sus amigos y familiares.
   La introducción de alimentos se hace con juegos y dibujos. Procesos asociativos positivos. Interesante. La niña es muy inteligente. La psicoanalista tiene una cita acerca de este tipo de pacientes que me resuena: “ ...generalmente han tenido buen desempeño escolar, y son alumnas estudiosas y sobrexigentes, aunque con un vacío de verdadero interés y entusiasmo por la actividad intelectual.”
  Esta cita me remite a casos de niños con los que trabajo. Vienen de un entorno competitivo y se les valora excesivamente las notas como medalla o como galón del que fardar y luego hay mucha falta de relleno para esos pilares. El vacío aprendemos a llenarlo de muchas formas pero si aprendemos a valorar los detalles, los procesos o un saber estar con uno mismo, todo ese conocimiento no serviría de mucho. Seguiríamos siendo infelices.... y vuelvo al ordenador, a internet, a Google, al oráculo, pregúntale lo que sea, siempre hay respuestas. Todo es inmediato, solo en 0,24 segundos. Me recuerdo que debo fijarme en el proceso, disfrutarlo, saborearlo, pausadamente, que la mágia está en los detalles. Esto me abre el apetito por la vida.

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