Dos perros nos
saludan al entrar. Sus dueños nos acogen amablemente y empieza el reencuentro
con los literatos. Algunos están allí, otros llegan mientras observamos las
obras de arte que crea pacientemente la anfitriona.
Empieza la sesión.
Mi mirada absorta en el fuego del hogar. El torbellino de mi mente logra
concentrarse y penetrar, mediante los fantásticos relatos que van surgiendo de
la boca de sus creadores, en su rico mundo interior.
Muchas gracias.
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