Roberto subió a lo
alto de la colina. El día era hermoso, soleado, los pájaros cantaban. Desde
allí se disfrutaba de una preciosa vista del valle. La colorida aldea de casas
antiguas relucía junto al río, que trazaba su camino plateado.
Era todo un
acontecimiento que el presidente viajara hasta allí a conocer su tradicional
fiesta de la cerveza.
Buscó un lugar
cómodo, armó su rifle, comprobó el ángulo de tiro y descansó mientras esperaba.
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