martes, 4 de febrero de 2014

El objeto perdido - Anahi

La joven se levanto como cada mañana antes que amaneciera para prepararlo todo, antes encendería un fuego comunitario para que la cueva se entibiase.
           Buscó ramas finas para el fuego que provisoriamente ya había dejado en la entrada de la cueva el día anterior. Apenas contaba con 6 años de vida, pero para esta pequeña comunidad Neanderthal del paleolíticos medio era de lo más habitual que las jóvenes se encargasen del servicio religioso y por aquel entonces ella era la única joven que podía hacerlo. Las coloco sobre las ascuas que aun quedaban del fuego del día anterior y sopló delicadamente  hasta que escucho el dulce crepitar. Era la actividad que más le gustaba realizar. Porque de pronto la obscuridad en la que estaba sumida la cueva desaparecía. Además era una responsabilidad muy importante. Cuando el fuego ya ardía con vehemencia, busco un palo que utilizaba para adecentar la cueva y quitar del suelo hojas y ramas que pudieran molestar a los ancianos. Por último se acercó a la oquedad del fondo de la cueva donde descansaba la idolatrada representación de la vida. Que al ojo de cualquiera no sugeriría ser mas que una roca con cierta belleza, pero para un ojo experto, las cosa cambiaba.
           Casi se le para el corazón al descubrir que ya no estaba allí. Busco una segunda y una tercera vez, pero no encontró más que polvo. El miedo la paralizó, no sabía que hacer ni como le diría a todos que había perdido el valioso objeto. Buscó de nuevo en la oquedad, en el suelo, detrás de algunos pedruscos, pero no estaba. ¡Que ocurriría ahora con todos si desaparecería! se encogió como hierva seca y lloro con desesperación.
          Tanto ruido y sollozo no pasó desapercibido para el anciano Mogul. Que se acerco a la pequeña y la apretó contra su fuerte cuerpo. Cuando los sollozos terminaron la aparto y secándole las amargas lagrimas que recorrían las mejillas le preguntó que pasaba.
Ella sin hablar señalo el hueco vacío de la pared de la cueva y el anciano entendió de inmediato. Pero no pudo mas que sonreír. Estará por aquí. Le dijo, no te preocupes.
           Miro alrededor y descubrió que uno de los pequeños se movía entre sus pieles. Llamo a la niña y la envió a rescatar la divinidad de entre las regordetas manos de Mok. Maravillada regreso con la piedra y preguntó a Mogul que como  sabía  lo que había ocurrido. Y el le respondió con un suspiro. Esta no es la primera vez.

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